Quitarle al Presidente de la República el control del partido y evitar que logre poner –a su gusto– al candidato para la Grande.

 

Eso es lo que está en la mira de un nutrido grupo de priistas, tanto de viejo como de nuevo cuño. Y es de lo que se habla realmente “en tierra”, más allá de las candilejas del Consejo Político Nacional.

 

Porque para esos militantes de a pie del tricolor, Enrique Peña Nieto es un lastre. Su 20% de popularidad –25 en el mejor de los casos– es más que indicativo de lo mal que la gente evalúa su gestión y lo que eso significa(rá) para el PRI en la elección presidencial.

 

Y peor será, aseguran, si son Peña y su equipo quienes se impongan al momento de elegir al candidato de su partido para 2018: “El tercer lugar sería poco”, auguran con enojo.

 

Arrebatarle, pues, el partido al líder máximo del PRI, a su dirigente nacional y a aquéllos que los ungieron es la tarea que mueve a muchos priistas que se sienten abandonados o que simplemente no congenian con sus actuales dirigentes.

 

 

Para llevar a cabo su cometido –mencionan en sus reuniones–, la elección del Estado de México será la piedra de toque.

 

Si Peña Nieto y su candidato pierden la gubernatura del Edomex (el año entrante), Enrique Ochoa no llega como presidente del PRI para 2018. Habría una rebelión”, aseguran.

 

La línea de tiempo apunta así:

 

Enero-mayo. Inician los procesos electorales en cuatro estados. Tres para gobernador: Estado de México, Coahuila y Nayarit; y uno a nivel municipal: Veracruz.

 

Primer domingo de junio. Elección en las cuatro entidades señaladas.

 

Posteriormente –entre julio y septiembre–, la XXII Asamblea Nacional.

 

Y es aquí, en la Asamblea Nacional, cuando tomaría cuerpo la rebelión priista que se está fraguando para quitarle al Presidente de la República el control del partido.

 

Porque al llevar la Asamblea del partido hasta después de las elecciones, queda el PRI a expensas de lo que ocurra en los comicios del 4 de junio. Particularmente las del Edomex, como ya habíamos mencionado.

 

Si los peñistas pierden el Estado de México, los priistas en pie de guerra le arrebatarían fácilmente el partido a Peña Nieto y serían ellos quienes lo encabezaran rumbo a la elección presidencial.

 

 

Pondrían un nuevo presidente o presidenta, y serían también ellos quienes definirían qué candados se quitan, o no, para competir por la candidatura a la Presidencia de la República.

 

Y, por supuesto, impondrían al candidato. El suyo, hasta ahora, es el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.

 

Pero si Peña y los suyos ganan el Estado de México, el Presidente conservaría el liderazgo del partido –mantendría a Ochoa Reza– y tendría la última palabra para decidir quién abanderará al tricolor en 2018.

 

El candidato de Peña, calculan los priistas de viejo cuño, sería –hasta donde se ve– el secretario de Educación, Aurelio Nuño.

 

GEMAS. Lapsus linguae de Enrique Peña Nieto en la reunión del Consejo Político Nacional del PRI sobre la candidatura de 2018: “Primero el p(l)an y luego el hombre”.