Sea decisión del Presidente de la República, o bien del Estado Mayor Presidencial -lo cual es más probable-, para el caso es lo mismo.

 

El hecho es que si tiene usted que asistir como invitado o miembro de la prensa a algún acto de Enrique Peña Nieto -sea en Los Pinos o en cualquier otro punto-, tiene que llegar con una hora de anticipación.

 

Así lo exigen hoy en día los colaboradores del jefe del Ejecutivo -antes no era así- a sus invitados, trátese de quien se trate, y así lo precisan las invitaciones que se envían cuando Peña Nieto es el personaje principal del evento en cuestión.

 

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Este tema precisamente fue el colofón de la discusión que ayer se dio entre los senadores de las distintas fuerzas políticas a propósito de la invitación hecha por la Mesa Directiva al presidente Peña Nieto al foro sobre federalismo que se realizará el próximo martes en la plaza del propio Senado.

 

Fue Javier Corral quien, tras ver derrotada la propuesta blanquiazul de cambiar el formato de la invitación a Peña -un debate en lugar de un mero acto protocolario de cortar un listón- exhibió los términos de la invitación del propio Senado para esa ceremonia:

“El próximo martes, conforme lo prevé la invitación y en tratándose de la presencia del Presidente de la República, tendrán que estar 60 minutos antes… ¡En su propia casa! ¡Felicidades, senadores!”, soltaría Corral.

 

(Ya no lo mencionó Corral desde su escaño, pero sólo falta también que no los dejen moverse de sus lugares hasta que “el señor Presidente” termine de saludar y repartir abrazos por doquier y entonces se retire. Lo que le lleva algo así como una media hora más o menos).

 

Y eso, como bien apuntó el panista, en su propia casa.

 

¿Qué nombre se le da a esa actitud? Prepotencia, sin duda. O desprecio hacia los demás, como prefieran mirarlo.

 

Valga recordar: en anteriores administraciones esto no era así. Ni en las de los panistas ni en las de los priistas que los antecedieron. Al menos no lo fue de la época de Carlos Salinas (1998-1994) para acá.

 

Y que no les cuenten que es por una cuestión de seguridad.

 

Nomás para que se den una idea de cómo se las gastan los que laboran actualmente cerca del Presidente: ¡Hasta el vocero presidencial (Eduardo Sánchez) cita a los reporteros con una hora de anticipación a sus conferencias de prensa!

 

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BARBOSA, TRAGANDO CAMOTE.- Volvamos a la discusión sobre la invitación a Peña Nieto al famoso foro del federalismo. Los panistas no pararon de acusar a Miguel Barbosa y a los perredistas de “serviles”.

 

Según Roberto Gil Zuarth, no los movía “el resentimiento” sino la defensa del principio de división de poderes. Además de que, soltaría con una buena dosis de veneno, “nosotros no le decimos al presidente traidor a la patria un día y al día siguiente le hacemos homenajes en el Senado…, eso es esquizofrenia pura”.

 

El perredista Alejandro Encinas reviraría a los panistas: “El burro hablando de orejas…; hablan de subordinación y esquizofrenia, pero se reparten los puestos y el botín y quieren aquí venir con una investidura que no tienen”.

 

Dolores Padierna se sumaría: “Salen a hablar de democracia de dientes para afuera, cuando en lo interno hasta sus negocios pactan. ¡Ahí se les olvida el federalismo, la Constitución y hasta la democracia!”

 

Toda esta discusión tenía como origen “un error”, a decir el senador Martín Orozco, presidente de la Comisión de Federalismo: que nunca se les consultó para organizar el foro.

 

Que Barbosa se hubiera lanzado por su cuenta, sin haber tomado el parecer del Senado para invitar a Peña Nieto.

 

¿Y qué dijo Barbosa a todo esto? ¡Pues nada! Tragando camote desde lo alto de la tribuna las casi cuatro horas que duró la discusión.

 

El apoyo de los priistas, verdes y del Panal lo sacaría del embrollo a la hora de la votación.

 

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