José Antonio Meade Kuribreña no puede ser candidato presidencial. No del PRI, cuando menos.

 

Y no precisamente por falta de merecimientos. Ha estado al frente de cuatro Secretarías de Estado –Hacienda (dos veces), Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Energía–, ha trabajado con panistas y priistas; es inteligente, tiene fama de ser honrado, la sencillez es su carta de presentación.

 

Tampoco es porque su nombre no aparezca aún entre los más recordados en las encuestas (31.3 según Mitofsky), a pesar de cruzar por la Sedesol, espacio público generoso para darse a conocer, tejer redes y ganar partidarios.

 

El impedimento para Meade se encuentra en los estatutos del PRI.

 

De entrada, como sabemos –y él mismo nos lo ha corroborado–, no es militante del tricolor.

 

Y los ciudadanos “simpatizantes” (no afiliados con prestigio) sólo pueden participar para cargos de gobernador, senadores, diputados federales y locales y presidentes municipales, previa aprobación del Consejo Político Nacional y del Consejo Político Estatal respectivamente, según se lee en el artículo 166, párrafo antepenúltimo de los Estatutos.

 

En pocas palabras, un “simpatizante” del PRI no puede participar para el cargo de Presidente de la República.

 

Ése fue el candado más importante que quedó puesto en la XXI Asamblea que encabezó César Camacho en 2013 (sólo se le eliminó el requisito de contar previamente con un cargo de elección popular).

 

Y ése es precisamente el punto a discutir en la próxima Asamblea del PRI: quitar o no ese candado para que un “simpatizante” –Meade– pueda ser su candidato presidencial.

 

Ahora bien, ¿quieren otros aspirantes –Miguel Osorio, Aurelio Nuño, Enrique Ochoa, Eruviel Ávila, José Calzada– que se quite ese candado que llevaría, sin duda, dedicatoria para que Meade sea el candidato?

 

¡Ésa es la gran batalla por venir dentro del Revolucionario Institucional!

 

¿Cuándo? En la próxima Asamblea. ¿Y cuándo tendrá lugar? El pleito para ello ya está a la orden del día.

 

Retoman posiciones.- En el PRI, la carrera por la sucesión rumbo a 2018 tomó giros inesperados.

 

Parecía perfectamente planeada y perfilada por –y para– Luis Videgaray y su equipo. Pero la caída del ex secretario de Hacienda, aun cuando todavía cuenta “con el favor del oído presidencial”, descompuso el panorama.

 

Osorio Chong, que ya estaba prácticamente desahuciado, revivió; y Manlio Fabio Beltrones, desde una posición independiente al señor de Los Pinos tras su renuncia a la dirigencia del PRI, se convirtió en un factor desestabilizador para el grupo gobernante rumbo a la sucesión.

 

El impacto de la salida de Videgaray del gabinete noqueó por unos momentos al grupo. Pero están de regreso. Y su primera orden fue: ¡contengan a Manlio y échense a andar de nuevo!

 

Así, el miércoles pasado, día que Beltrones volvería a los reflectores en la Ciudad de México –invitado por el Grupo Galileo para hablar sobre los gobiernos de coalición–, Nuño y Ochoa hicieron el uno-dos bajo pretexto del homenaje luctuoso a otro gran sonorense, fundador del partido: Plutarco Elías Calles.

 

Retoman posiciones, pues.

 

GEMAS. Obsequio de la cantante Daniela Romo: “En el momento que te dicen ‘tienes cáncer’ es como si te dijeran: ‘Aquí está tu arma, aquí está tu escudo, ahí está tu campo; ve y lucha’”.