Resulta difícil explicarse bien a bien a qué, y por qué, Enrique Peña Nieto fue ayer a Iguala, Guerrero.

 

Porque más allá de la obviedad de la efeméride (Día de la Bandera), algún mensaje querría dar el Presidente de la República al hacer presencia en ese lugar, territorio marcado por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a un año y cinco meses de los sucesos.

 

Y cuando la llamada “verdad histórica” se ha ido derrumbando y en el ambiente revolotean las denuncias del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) denunciando “obstaculización” a sus investigaciones sobre lo ocurrido con los normalistas en Iguala y una campaña de desprestigio en su contra.

 

Revisemos el discurso de Peña:

 

–Lo primero que destaca es su reconocimiento a las Fuerzas Armadas: “Nuestras Fuerzas Armadas han surgido del pueblo y siempre están dispuestas a servir al pueblo”, diría.

 

Este hecho es importante porque vuelve a ser todo un espaldarazo a los militares, particularmente a los integrantes del Batallón 27, porque el GIEI insiste en querer hablar con algunos de sus integrantes que fueron “testigos privilegiados” de lo ocurrido aquella negra noche del 26-27 de septiembre de 2014 y se les sigue negando.

 

–Segundo: Abordó el tema de los 43. “Los lamentables hechos ocurridos aquí, en Iguala, en septiembre de 2014, evidenciaron la necesidad de seguir avanzando por esa ruta (el camino de la ley y las instituciones)”, indicó.

 

Aquí llama la atención que el Presidente nunca mencionó con todas sus letras a los estudiantes, ni el número de ellos, ni el nombre de la normal Isidro Burgos de Ayotzinapa. Fue, digamos, una referencia con pinzas, de lejecitos.

 

Y no me queda muy claro por qué afirmó que lo sucedido aquella noche evidencia la necesidad de seguir por la ruta de la ley y las instituciones. Ni tampoco veo con certeza quiénes son los destinatarios de este mensaje con aroma de advertencia, ¿los normalistas?

 

–Tercero: Defendió el trabajo y la investigación desplegada por parte de su gobierno: “Durante un año y cinco meses, el Estado mexicano ha desplegado un amplio esfuerzo institucional para procurar justicia, a partir de una investigación profunda, transparente y abierta, contando, incluso, con la colaboración de diversas instancias internacionales”.

 

Es un párrafo tramposo. Da a entender que “instancias internacionales” (¿cuáles?) avalan la investigación de la Procuraduría General de la República, cuando en realidad ocurre lo contrario: está a la vista su desmantelamiento.

 

–Cuarto: Invitó a mirar hacia otro lado. Lo dijo así: “Iguala es un municipio emblemático en nuestra historia nacional. No puede quedar marcado por estos trágicos acontecimientos”.

 

Difícil coincidir con él. Hay hechos (unos trágicos, otros hermosos) que marcan y no se pueden, ni se deben, olvidar. Al contrario, son los que forman a los seres y a las naciones. Y en este caso, como diría Neruda, Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

 

Vaya, el propio gobernador, Héctor Astudillo, apuntaría: “En tanto no se esclarezcan los hechos a profundidad y se someta a la ley a todos los responsables, esta herida seguramente no habrá de sanar”.

 

Hasta aquí lo relacionado con el discurso. Preguntémonos ahora por qué decidió Peña Nieto ir, ahora sí, a Iguala. Un año y cinco meses después de la desaparición de los 43. ¿Por qué ahora?

 

Se me ocurre, de entrada, que pudiera ser porque los del GIEI están a dos meses de concluir su segundo mandato –dudo que se les amplíe a un tercero– y el mexiquense considera que va siendo hora de cerrar la página.

 

Su mera presencia física en Iguala daría a entender que ya hay condiciones para darle la vuelta al tema. Algo así como un “ya pasó, estoy aquí, demos vuelta a la página y miremos para adelante”.

 

Y de paso enviaría un mensaje a los expertos de la Comisión Interamericana.

 

La efeméride habría dado la oportunidad perfecta para todo ello.

 

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GEMAS: Obsequio del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, a propósito de las versiones que corren sobre su posible dimisión al cargo: “Es parte del folclor veracruzano en estos tiempos (electorales)”.