La pregunta se hizo en una reunión privada:

 

-¿Podría Andrés Manuel López Obrador articular y darle rumbo a los movimientos que han surgido (y se han sumado) con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa?

 

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La respuesta inicial fue el silencio.

 

En el encuentro participaban algunos simpatizantes y colaboradores de Morena, pero no eran los más. El grupo de intelectuales, encuestólogos, politólogos e integrantes de organizaciones ciudadanas analizaba más bien la situación actual.

 

Se dibujaban distintos escenarios de salida a la crisis -suma de crisis, diría alguno- por la que atraviesa el país: Ayotzinapa, “casa blanca” (entonces aún no se conocía el caso de Luis Videgaray), situación económica.

 

Pero lo que la mayoría desconocía es que entre los asistentes se encontraban algunos jóvenes muy cercanos a “los Ayotzi”, muchachos que incluso han participado en las movilizaciones y han acompañado a los padres de los 43.

 

Fue casi al final de la reunión, ya cuando los “estudiosos” habían planteado distintas propuestas -que si otro Pacto, que si una reforma de Estado a fondo, que si la formación de un frente cívico, que si la necesidad de un cambio de actores- cuando esos jóvenes tomaron la palabra.

 

Y lo primero que dijeron fue precisamente a propósito de la “articulación” del movimiento:

 

-El tema de la articulación tiene que ver con que caiga el sistema… O lo logramos o nos vamos a los fierros.

 

Todos los presentes clavaron sus miradas en esos muchachos que les habían escuchado en silencio durante dos horas. Cayeron en cuenta que estaban protagonistas directos y reales de lo que surgió en Iguala, Guerrero.

 

Vinieron preguntas puntuales. Respuestas aún más directas y duras, hasta que volvió a asomar el nombre de Andrés Manuel. Y entonces dijeron:

 

-(López Obrador) no está en nuestros planes estratégicos.

 

Uno de los morenos intervino:

 

-¡Andrés Manuel no puede desecharse. Tiene tres millones de seguidores a nivel nacional detrás de él!-, dijo

 

Los jóvenes le miraron fijo y asentaron escuetamente:

 

-Estorba…

 

-¿Y entonces quién los une y los guía?

 

-Los padres (de los 43 normalistas) son el puente generacional. Ellos son el polo, nosotros la brújula. Y la brújula siempre va a donde está el polo-, dijeron para concluir.

 

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¿Y SI FUERA CIERTO?– La otra historia, esa que se narra en el último número de la revista Proceso bajo el título “La verdadera noche de Iguala”, es impactante.

 

Apunta hacia donde algunos periodistas y articulistas habían apuntado -pero sin tantos elementos como ahora-: que los principales actores de aquella infausta noche del 26 de septiembre fueron miembros de la Policía Federal.

 

Es importante leer esta versión de lo que pudo haber acontecido en realidad, porque se cubren importantes lagunas que quedaron sin resolver en la versión que dio el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam.

 

Lo narrado -prácticamente hora por hora- por Anabel Hernández y Steve Fischer en Proceso hace sentido. Más que lo del procurador. Imposible ignorarlo.

 

Valga también notar que este reportaje sobre lo que sucedió con los normalistas de Ayotzinapa fue realizado con el apoyo del Programa de Periodismo de Investigación de la Universidad de California en Berkeley “con base en testimonio, audiovideos, informes inéditos y declaraciones judiciales”, según indica el propio texto desde su segundo párrafo.

 

La conclusión inicial dice así: Que la Policía Federal (PF) participó activa y directamente en el atentado.

 

Y por cierto, el jefe de la base de la PF en Iguala, Luis Antonio Dorantes y el oficial Víctor Colmenares, fueron removidos de sus cargos tras los sucesos de aquella noche del 26 y 27 de septiembre.

 

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