De que el procurador Jesús Murillo Karam detesta al sacerdote Alejandro Solalinde, no cabe duda.

 

No hay más que ver el desprecio con que ha tratado al religioso y la forma en que se ha referido a sus declaraciones sobre lo relacionado con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa la noche del viernes 26 de septiembre.

 

Primero, cuando el viernes 17 de octubre pasado -tres semanas después de los sucesos en Iguala- Solalinde declaró a un periodista de la agencia Nóvosti que los normalistas estaban muertos: “les pusieron diesel…; eso se va a saber, dicen que hasta les pusieron madera, algunos de ellos estaban vivos, otros muertos”.

 

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La primera información directa al respecto, según refirió el defensor de los derechos humanos de los migrantes, la había recibido el domingo anterior (es decir, el 12 de octubre); la segunda, corroborando lo anterior, unos días después, el 16 de octubre, en la mismísima Ciudad de México:

 

“Lo primero que supe es que hay testigos, pero tienen miedo de hablar, son testigos de los mismos policías…”, detalló entonces, tras aseverar que fueron “agentes del Estado quienes los balearon, los atacaron como si fueran un ejército y no estudiantes pobres de una normal rural”.

 

Aunque Solalinde estaba seguro de que la Procuraduría General de la República estaba al tanto de lo ocurrido aquella infausta noche-madrugada en Guerrero, buscó entregarle formalmente al procurador la información con que contaba.

 

Le hicieron dar vueltas en la PGR para recibirlo. De hecho, no querían ni verlo. Fue sólo por presión mediática y ridiculización del absurdo al que había llegado la PGR al ofrecer recompensa por información sobre el paradero de los estudiantes al tiempo que ignoraban lo que sabía Solalinde, que Murillo Karam se vio obligado a recibir el testimonio del sacerdote católico.

 

Eso fue el jueves 23 de octubre.

 

Luego, el procurador minimizó y ridiculizó la declaración Solalinde: “no era más que una hojita de papel…”, diría.

 

Dos semanas después, el viernes 7 de noviembre, Jesús Murillo Karam corroboraba -con mayor minuciosidad y tecnología; pero en esencia lo mismo- lo que aquel sacerdote “imprudente” narró a Nóvosti.

 

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SENTADOS, VESTIDOS Y ESPERANDO.- El pasado martes 4 de noviembre nos amanecimos con la noticia de que el ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda, habían sido detenidos en una casa en Iztapalapa, en la zona oriente del Distrito Federal.

 

Al día siguiente, el periodista Carlos Loret de Mola escribió en El Universal una columna sobre la captura de los Abarca cuyo sólo título no tiene desperdicio por la sátira que conlleva: “Sentados y bien vestidos, la ‘pareja imperial’ esperó su captura”.

 

Narra ahí cómo a las dos y media de la mañana llegaron 20 elementos de la Policía Federal al número 50 de la calle de Cedros:

 

“Subieron un piso y dentro de una discreta recámara con un ropero de madera y una televisión vieja y muy pequeña, sentados sobre un colchón inflable con las sábanas tendidas, vestidos elegantemente y desarmados, la llamada ‘pareja imperial’ de Iguala aguardaba su inminente detención sin oponer resistencia”.

 

Difícil encontrar una mejor manera de mofarse del operativo.

 

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A LOS ABARCA LOS SEMBRARON EN IZTAPALAPA.- La duda surgió días atrás: El 23 de octubre (el mismo día que Murillo recibía a Solalinde) surgió información de que los Abarca habían sido detenidos en un hotel de Xalapa, Veracruz, por un comando de la Marina. Lo publicó -y mantuvo en su portal, pese a los desmentidos de la PGR- Eje Central.

 

Esa versión -misma que recibió el senador Alejandro Encinas- la corroboró antier el padre Solalinde en plena Universidad de Guadalajara. Él contó a los estudiantes que a José Luis Abarca “lo encontraron en Veracruz y lo fueron a sembrar a territorio perredista en el DF”.

 

Y sostuvo además que “el gobierno ha estado administrando la información para aprovechar tiempos políticos y lucrar electoralmente con la tragedia” de Ayotzinapa.

 

Es otra de sus verdades.

 

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GEMAS: Obsequio del vocero del gobierno, Eduardo Sánchez, sobre la presunta detención de los Abarca en Veracruz: “La versión es falsa, no existe ningún sustento para tal dicho de que eso ocurrió de esa manera”.