Trump acaba con DACA y urge al Congreso reforma migratoria; Jóvenes inmigrates reciben apoyo de diversos sectores, demandan solución que les proteja de deportación

De las manifestaciones realizadas en estos ocho días de protestas por los aumentos en las gasolinas, una de las más nutridas –si no es la que más– ha sido la que encabezó el padre Alejandro Solalinde en la Ciudad de México, el sábado pasado.

 

Aun cuando el gasolinazo ha provocado múltiples reacciones –mítines, marchas, saqueos– en distintos rumbos del país y entre muy diversos grupos sociales, nadie, ningún personaje ni grupo político ha tenido el poder de convocatoria de este sacerdote católico de 71 años.

 

Y ése es el punto que llama la atención. Que no es un partido, ni tampoco un político, ni siquiera de ésos que se llaman independientes, quien hoy merece la confianza de alguna parte de la ciudadanía y tiene autoridad moral sobre ésta.

 

Es un religioso –y no cualquiera, por cierto– quien ha logrado tomar el estandarte del despertar de la ciudadanía, a la que convoca con un “¡Vamos a la resistencia civil pacífica porque es nuestro derecho!”.

 

 

No debiera sorprendernos.

 

La trayectoria de Solalinde y la energía que ha desplegado en los últimos años como defensor de los migrantes desde el albergue Hermanos en el Camino y el papel que ha desempeñado en torno a la noche de Iguala y los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa han hecho de él una figura central en el tema de los derechos humanos.

 

Pero quiérase que no, impactaba verlo encabezar, con todo y alzacuello, una marcha de corte más bien político, originada por el gasolinazo –del Ángel de la Independencia hasta las puertas del Palacio Nacional–, en la que la principal demanda de los participantes era la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto:

 

¡Que se vaya!”, fue el grito en gargantas y cartelones.

 

Alrededor de 10 mil personas le siguieron. Pocas, desde la perspectiva de las autoridades. Poquísimas, frente a los millones de afectados. Muchísimas, empero, frente al temor de la violencia desatado en los días previos.

 

¿Hasta dónde llegará el padre Solalinde y su llamado?

 

Su idea es ésta: primero, que la gente tome conciencia. Después, que se organice para generar una organización nacional capaz de exigir nuestros derechos.

 

Lo expondría así, antes de iniciar la marcha: “Tenemos la oportunidad de la vida para hacer no una marcha más, sino una marcha mejor que sea como un medio para que nos lleve a cosas concretas, como una coordinación nacional ciudadana, un México unido, no disperso ni mucho menos confrontado.

 

Necesitamos una nueva independencia de los poderes fácticos y del mal gobierno que han traicionado a su pueblo”, soltaría.

 

Así es como resuena su voz. La voz de quien, hasta el día hoy, ha logrado de alguna manera encauzar el malestar ciudadano en la capital del país.

 

GEMAS. Obsequio del semanario Desde la Fe, de la Arquidiócesis de México: “Urge más sensatez de los responsables de llevar las riendas del país que de manera insensible y arrogante todavía se atreven a decir que el gobierno está trabajando para apoyar a los sectores más vulnerables de la población y que los mexicanos deben asumir este nuevo reto para salir adelante. La gente está harta de todo esto. Por eso hay tanta indignación y furia”.