Las huellas del llanto estaban en su rostro (debe haber vivido una larga noche de lágrimas). Estaba desencajada. Y aún durante el anuncio de la “aceptación de su renuncia” como secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu hacía esfuerzos por evitar romper a llorar.

 

A unos pasos, sin la mortificación en el rostro como hace cuatro meses –cuando se anunció su renuncia a Hacienda–, Luis Videgaray, el nuevo canciller, se guardaba la sonrisa y volvía a escudriñar los rostros al frente.

 

Estaba de regreso en el gabinete. Se sabía “triunfador” del lance que selló la victoria de Donald Trump para la Presidencia de Estados Unidos. Al menos así lo consideró –y como tal lo premió– el Presidente de la República.

 

Con una barba elegantemente recortada (Freud sonreiría al ver que ya no esconde su rostro tras una horrorosa y larga barba) y vistiendo un traje cuyo primer botón estaba a punto de reventar, Videgaray mostraba esta vez, acorde con su nuevo puesto, un cierto toque aburguesado.

 

Pero detrás de aquella imagen del nuevo titular de Relaciones Exteriores, a pocos les cabía duda de que el alter ego de Enrique Peña Nieto cobrará afrentas.

 

La primera, precisamente, fue la de Ruiz Massieu (no olvidemos que ella hizo correr la versión de que se había opuesto a la visita del candidato republicano y que el autor del desaguisado había sido Videgaray). Un año y cuatro meses le duró el gusto al frente de la SRE.

 

Y no, no le obsequiaron la Secretaría de Cultura, como algunos esperaban (María Cristina García Cepeda, mejor conocida como Maraki en el medio cultural, es quien llega al lugar que dejó vacante Rafael Tovar y de Teresa).

 

No hubo premio de consolación para Claudia. Tan sólo pago de factura.

 

Y seguirán los cobros…; no sólo en la cancillería.

 

Que el ex secretario de Hacienda trae en la mira al titular de Gobernación no es un secreto para nadie. Vive en una tablita desde hace tiempo. Para no ir muy lejos, ayer mismo, durante la ceremonia en Los Pinos, Videgaray ni siquiera se dignó mirar a los ojos a Miguel Ángel Osorio Chong cuando éste se acercó a felicitarlo
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Tanto el hidalguense, como la defenestrada canciller –aunque Enrique Peña Nieto haya dicho por amabilidad política que le aceptó la renuncia– quedaron apartados de las felicitaciones y las sonrisas que Videgaray y Peña Nieto repartían entre los invitados al salón López Mateos.

 

Y para como es Videgaray –aunque aparentemente vista ropajes de humildad–, no pocos están ya preparando maletas o echando sus barbas a remojar.
Ah, sí, y la gasolina.- Lo importante para el presidente eran los cambios en su gabinete. Ésa fue la razón de su convocatoria a Los Pinos. Fue sólo al concluir los nuevos nombramientos que se refirió a lo que está “en boca de todos”: el aumento a las gasolinas.

 

Peña Nieto reconoció que era una medida “dolorosa”, pero que no había de otra. Así que no habrá marcha atrás.
GEMAS. Obsequio de Enrique Peña Nieto: “La experiencia del doctor Videgaray como secretario de Hacienda, habiendo coordinado los trabajos de México en el G20, y junto con el vicepresidente de Estados Unidos, el diálogo económico de alto nivel entre México y Estados Unidos son base fundamental para su nueva encomienda”.