Uno tras otro, políticos de distintas épocas y colores desfilaron por aquella mesa -incluido el gobernador, José Calzada Rovirosa- del Club Campestre queretano, el sábado pasado.

 

Y es que para ninguno pasó desapercibido que por ahí -junto con Carmelita Fernández de Cevallos, Ignacio Herrera y el dirigente del PAN en la entidad, José Báez- se hallaba una mujer a la que no pocas figuras del blanquiazul le deben su carrera política.

 

Se trataba de Natalia Carrillo García. Le llaman La Decana (ingresó al PAN en 1952). Y valga decirlo de una vez: bajo ese elegante porte y la blanca cabellera, la doña no tiene pelos en la lengua:

 

“Yo formé a Ignacio Loyola (primer gobernador panista de la entidad), yo lo hice panista”, contaba a los comensales que nos encontrábamos en torno, durante la celebración de los primeros cuatro años del periódico Plaza de Armas, que dirige Sergio Arturo Venegas.

 

“Sabía que el PAN iba a ganar un día la Presidencia de la República, pero nunca imaginé que lo vería”, agregaba.

 

¿Qué le pareció el gobierno de Vicente Fox?, inquirió Elena Gallegos, jefa de información de La Jornada.

 

La Decana giró la mano de un lado y del otro (como cuando se expresa un regular) y dijo: “Fue la euforia cuando ganó… Me decepcionó después, pero no sólo a mí, ¡al pueblo! Y a la primera que hubiera sacado de Los Pinos sería a su vieja (Marta Sahagún), ¡así soy de claridosa!”

 

¿Y el de Felipe Calderón?

 

Doña Natalia se puso seria. Su respuesta fue tan breve como triste: “Ojalá hubiera sido como su padre”.

 

(Don Luis Calderón y Vega, fundador del PAN en 1939, fue un hombre muy respetado en las filas blanquiazules, partido al cual renunció en 1981, en la etapa final de su vida. Murió ocho años después).

 

En cuanto a los escándalos vividos por Acción Nacional -desde hace varios años hasta llegar a “los moches” y el video de la fiesta que causó la caída de Luis Alberto Villarreal en la coordinación de la bancada azul en San Lázaro- La Decana del panismo queretano simplemente apuntó: “Este PAN ya no es el PAN”.

 

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EL VIDEO NO SÓLO DINAMITÓ CARRERAS.- Invitados de muy distintos rumbos departían con los periodistas de Plaza de Armas: desde el general Ángel Prior, comandante de la XVII Zona Militar, y el presidente del Tribunal, Carlos Septién hasta los aspirantes a la gubernatura: el alcalde capitalino, Roberto Loyola, y el secretario general del PAN, Ricardo Anaya.

 

Los dirigentes del PRI, PAN, PRD, PVEM y MC en la entidad -Tonatiuh Salinas, Báez, Lázaro Sánchez Tapia, Ricardo Astudillo y Marco Antonio León-, también presentes; al igual que Juan José y Emilio Maccise, Enrique Luque, Juan Arturo Torres Landa, Jaime Palacios, José Fonseca (padrino del diario), entre otros.

 

Variada la concurrencia pues, mas no así lo que se escuchaba en muy distintas mesas. Aquí y allá, principalmente entre los azules, brincaba en las charlas el escándalo provocado por el video de la fiesta panista que dio a conocer Reporte Índigo.

 

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“Ha sido una semana terrible para el PAN”, reconocía uno de ellos. Y entre lo que más lamentaba es que ya había “familias destrozadas” (se han separado las esposas de algunos de los diputados que aparecen en el video).

 

“El video no sólo dinamitó carreras sino que destrozó familias”, comentaban.

 

Otro mencionaba que si bien en el círculo rojo no le daban mayor importancia a una fiesta privada, para el círculo verde -el de los fieles del partido, el voto duro del PAN- sí era importantísimo. Ellos podían tolerar la corrupción (a fin de cuentas lo consideran algo intrínseco a los políticos, por eso no cayeron con la historia de los “moches”) pero no a una “traición a los principios”.

 

“Le pegaron a la línea de flotación del partido”, concluyó el análisis del Comité Ejecutivo Nacional. De ahí la alarma en la dirigencia y las destituciones ipso facto de Villarreal y de Jorge Villalobos.

 

Pusieron un ejemplo para que entendiéramos lo que significaba para los panistas este video: “Es como si a Andrés Manuel López Obrador lo grabaran diciendo que no soportaba a la chusma”.

 

De ese tamaño fue el daño al partido.

 

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