Cuando ocurre una tragedia o se enfrenta un problema fuerte en un país, una ciudad, un poblado o en la casa familiar, los mandatarios y/o los jefes de familia se apersonan.

 

Los líderes se ponen al pie del cañón. Encabezan las acciones a tomar, ayudan a sus compatriotas. Su sola presencia sirve –en la mayoría de los casos– para transmitir confianza y un poco de consuelo ante la desgracia o la desolación.

 

Unos lo hacen porque saben que es su deber como dirigentes. Otros, por empatía, sensibilidad, comprensión ante lo que ocurre y la manera en que afecta a los otros.

 

Pocos son los que reúnen unas y otras características, pero sea cuales sean las razones, a fin de cuentas dan la cara, se hacen presentes. No esconden la cabeza como los avestruces.

 

Aquí vamos ya en el cuarto día del gasolinazo. Acción que no tomó por sorpresa a Enrique Peña Nieto y a su gobierno. ¡Al contrario! Fueron ellos mismos quienes decidieron cómo y cuándo dar las noticias de los aumentos en las gasolinas y en la luz.

 

¿Y qué hizo el Presidente de la República? Se tomó sus vacaciones –las más largas de su mandato–, se puso a jugar golf en Sinaloa y aguardó a que cayeran los “bombazos” en el país.

 

Nada lo hizo abandonar sus vacaciones.

 

Ni los bloqueos en las carreteras en más de una docena de estados del país, ni el cierre de puentes internacionales, ni el vandalismo en las gasolineras, ni la detención de pipas, ni la suspensión de corridas de los autobuses ante el cierre de carreteras ni las manifestaciones en las calles…

 

Las reacciones devinieron cada día más violentas. Pero Peña Nieto siguió de vacaciones.

 

Aunque más bien parecería que se escondió, como cuando se refugió en el baño de la Universidad Iberoamericana –durante su campaña presidencial– al ser perseguido por estudiantes que le reclamaban los sucesos de Atenco.

 

¿Que los reclamos son directos a él, a Peña Nieto? Sin duda. La gente se siente engañada por él. Considera que les mintió al prometerles que no habría más gasolinazos y que los precios de los combustibles bajarían con la reforma energética.

 

Le toca a él –no sólo a sus secretarios– dar la cara. Y ofrecer una explicación.

 

Pero, por favor, que no sea como el témpano que apareció ayer en el blog de la Presidencia de la República bajo el título “Fortalezas de México para el Mundo en 2017”, en el que anuncia que la prioridad del Gobierno federal para este año será ¡“mantener la estabilidad macroeconómica del país”!

 

Si ésa es la respuesta del Presidente a los reclamos y el enojo de la gente, no será de extrañar que arrecien los epítetos que le lanzan a través de las redes, y que el grito de los ciudadanos se unifique pidiendo que se vaya.

 

Porque su insensibilidad es aterradora.

 

Y ya sólo falta que en la rosca de Reyes nos ponga a Luis Videgaray como Niño Dios y lo ubique al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, con un moño de regalo para Donald Trump.

 

GEMAS. Obsequio del boxeador Juan Manuel Márquez: “Yo, como cualquier otro ciudadano, voté por el cambio, pero, ¡sorpresa!, ¡no fue así!”.