-Salimos el jueves…-, apuntó aquella tarde Raymundo Riva Palacio con una sonrisa nerviosa que dejaba ver que estábamos en un aprieto.

 

Era lunes. Tendríamos apenas 48 horas para preparar el primer número de 24 HORAS. Los equipos de trabajo estaban afinándose. Martha Ramos todavía no acababa de cerrar las contrataciones. Fausto Pretelin, recién entraba por vez primera a la oficina desde donde elaboraría la sección internacional (Global). Alfredo Joyner y María Idalia hundían sus cabezas en gruesos expedientes judiciales.

 

El joven equipo bajo mi cargo en la sección política (País) había comenzado a hacer pruebas hacía tan sólo una semana y los seis reporteros, por supuesto, andaban en la calle en busca de información.

 

¿Algún notón listo para el debut? ¡Para nada!

 

Sudábamos de nervios, editores y directivos. Parecíamos principiantes; y eso que varios de entre nosotros traíamos un buen rato de experiencia y habíamos participado del nacimiento de varios periódicos.

 

Pero en esas horas previas al jueves 13 de octubre de 2011, en el penthouse de Reforma 381 –nuestra primera sede– podía notarse, a través de los cristales, la ansiedad y el frenesí característicos de las horas de cierre.

 

De pronto nos agolpamos en el estrecho cubículo donde Gilberto Ávila mostraba, en su gran pantalla, el diseño de la portada. Estaban seleccionando el reloj que aparecería en la portada, haciendo las veces de “o” en el nombre del periódico: 24 HORAS.

 

La imagen del Big Ben ganó por escaso margen. Antonio Torrado, presidente del Consejo de Administración, explicaba que la imagen del reloj cambiaría día a día, de acuerdo al anunciante.

 

A mí eso me resultaba extraño. Tanto o más como que el periódico no saliera los sábados –luego, tampoco el fin de semana completo– ni en vacaciones; ¡y además que fuera gratuito! (y por si fuera poco, íbamos a salir en jueves).

 

¿Cuánto irá a durar esta historia?, me preguntaba.

 

En la pantalla de Gil apareció entonces el logo del diario con la leyenda: “El diario sin límites”. Lo repitieron en voz alta. Me vinieron a la boca unos versos de Borges… Si para todo hay término y hay tasa/ y última vez y nunca más…

 

Me miraron como quien ve a un extraterrestre y siguió el frenesí aquel día, y al siguiente y el otro, hasta que llegó el momento de formar la primera plana del número 01. Y no sería de prueba. Iría directamente a la calle.

 

El reportaje más completo que teníamos para ese día, firmado por Luis Vázquez, versaba sobre el intento del equipo de Enrique Peña Nieto de hacerse del Distrito Federal en 2012. Nada para echar las campanas a redoblar, pero así suelen ser los arranques, algo anticlimáticos.

 

Raymundo, director general, eligió una fotografía en la que se miraban frente a frente el mexiquense y Marcelo Ebrard, y cabeceó: “Peña Nieto, al asalto del DF”, acompañada por un párrafo con el contexto del tema, apuntando hacia lo que día a día se iría refinando: rebasar los corsés meramente informativos y salpicar las historias con contexto e ironía.

 

A partir de ahí, 24 HORAS ingresó con facilidad inesperada en el medio político, empresarial y periodístico. Tanto que desde entonces tengo una certeza: es un periódico que nació con ángel.

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GEMAS: un gran abrazo para todos los que laboran y han apoyado en algún momento, a lo largo de estos cinco años, este proyecto llamado 24 HORAS.