Desde que tomó el micrófono el ex canciller Luis Ernesto Derbez advirtió que sería “atrevido” aunque –frente a tanto diplomático– esperaba “no ser ofensivo”. Dicho lo cual, no tardó en hacer como trapeador el estilito de nuestra política exterior.
Menos mal que para cuando esto ocurrió ya se había ido de la vieja casona del Senado el secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade.
Pero quien no se escapó de apechugar la parte de la crítica que le correspondió fue la canciller en tiempos de Felipe Calderón y actual embajadora de México en Alemania, Patricia Espinosa Cantellano.
Derbez comenzó por acusar que, a diferencia del papel relevante que México jugó durante el siglo XX para influir en la arquitectura de la época –como en lo referente al desarme mundial, a lograr la paz en Centroamérica, a la conformación de un nuevo Orden Internacional–, hoy nos estamos negando a jugar un papel protagónico:
“Estamos influidos por ese concepto timorato de quienes consideran que la mejor política exterior es aquella que genera la menor fricción posible con el mundo… ¡Eso no es política exterior, es nadar de muertito y México no debe nadar de muertito!”
Apenas tomaban aire los asistentes al foro “Los desafíos internacionales de México” cuando llegó el siguiente golpe. Claro y seco, Derbez asestó: “El liderazgo de México se ha perdido, tanto a nivel regional como mundial”.
Siguieron las recomendaciones: Empezar por nuestra política interior; tener una verdadera condición democrática, transparencia, eliminación de monopolios “porque mientras siga teniendo una política clientelista, la percepción internacional de nuestro liderazgo deteriorándose”.
Dejar de negar la verdad ante las críticas nacionales e internacionales (como las de la ONU) porque si seguimos actuando como el marido infiel que niega sus deslices “seguiremos perdiendo liderazgo moral”.
Situar quiénes son –o deben ser– nuestros verdaderos socios estratégicos en el mundo –Estados Unidos, Canadá, China, Corea, India, Japón y los países de América Central y el Caribe– y dejar atrás el mito de la importancia de América Latina.
Y sí, a quienes piensan en contrario por adelantado los situó en el “nacionalismo a ultranza”.
Para entonces no pocos de los asistentes estaban boquiabiertos.
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EL SILENCIO DE VALENCIA.- Hay actitudes que no pasan desapercibidas. Una de ellas fue la del delegado en Iztapalapa con licencia, Jesús Valencia, durante el Consejo Nacional del PRD celebrado este fin de semana.
¿Por qué llamó la atención? Porque este personaje que durante años fue el más marcelista de los marcelistas –ya se pasó a la corriente de los mexiquenses Alternativa Democrática Nacional–, guardó silencio absoluto ante la exclusión de su ex jefe de las listas plurinominales.
Ni habló ni participó en el debate. Es más, ni siquiera se abstuvo. Dio su voto a favor a las listas tal como quedaron.
Otro detalle del Consejo: Cuando Carlos Navarrete le lanzó su rayón a Andrés Manuel López Obrador con aquello de que en el PRD no van a resolver las candidaturas “por tómbola, ni en la soledad de un escritorio”, una voz se alzó en el salón y le reviró:
-¡No, porque se resuelven en la soledad (de la oficina) de Chucho Ortega!
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DOBLE VIDA DE CATÓLICOS.- Y allá desde Roma, el nuevo cardenal mexicano, Alberto Suárez Inda, reprochó el abuso de algunos políticos que, formados en universidades católicas, no han sido precisamente modelos de honestidad.
“No quiero dar nombres porque no me toca, pero todo el mundo percibe que tristemente hay una doble vida en muchos católicos que van a misa y luego abusan de sus puestos de poder para robar y a veces matar, y eso es una contradicción de su condición cristiana”, acusó.
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GEMAS: Regalito del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, en entrevista con el Financial Times: “Podemos realizar 10 reformas energéticas pero si no añadimos confianza no podremos aprovechar todo el potencial de la economía mexicana”.
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