Al interior de su partido, dos errores estratégicos cometió Ricardo Anaya luego de asumir la presidencia de Acción Nacional: revivir a Felipe Calderón y “matar” –políticamente hablando– a Gustavo Madero.

 

Se equivocó de adversario.

 

Anaya pensó que a quien tenía que hacer a un lado –humillarlo incluso–, para asumir con plenitud la dirigencia del PAN, era a Madero, a su “padrino”; al que lo impulsó desde la Cámara de Diputados y le llevó luego hasta la cima del partido.

 

¿Que Madero lo utilizó a su gusto y sin reparo alguno para sus idas y venidas a la presidencia del PAN, mientras cumplía los requisitos obligados para convertirse en diputado plurinominal?

 

Sin duda. A lo largo de esa etapa (2014-2015) el de Chihuahua maltrató a Anaya.

 

Lo vio –y utilizó– como a un mero peón, creyendo que el poder que acumuló como presidente del partido permanecería intocado y que, al instalarse la legislatura, obtendría todavía más poder convirtiéndose en el líder de la bancada panista.

 

De hecho, ése fue el Pacto entre Madero y Anaya: el liderazgo azul en la Cámara de Diputados.

 

Pero el queretano no cumplió. Por eso Madero habló entonces de “traición”.

 

Este episodio quizás pudo haberlo sorteado y recompuesto Anaya con el tiempo, como de hecho ocurrió durante un lapso…, ¡hasta que de nueva cuenta volvió a negarle a Madero, en septiembre pasado, el liderazgo en el grupo parlamentario!

 

Políticamente hablando, equivalía a lanzar paletadas de tierra sobre el ataúd maderista. Así terminó Anaya con las aspiraciones presidenciales del sobrino nieto de Francisco I Madero.

 

Uno menos en la carrera. Al que consideraba, dentro del PAN, como el más poderoso, por la red que tejió durante su dirigencia.

 

Pero en este juego por destruir al de Chihuahua, el actual presidente de AN sacó al ex presidente Felipe Calderón de las catacumbas a donde su archienemigo, Madero, lo había enviado.

 

Y no sólo eso, le dio un lugar de primacía a Felipe en la Asamblea Extraordinaria que realizó en noviembre del año pasado, mientras Madero miraba la escena desde un rincón del presídium con el rostro desencajado.

 

En fin, que ese fin de semana (21 de noviembre de 2015) marcó el retorno de Calderón y los suyos dentro –y fuera– del partido.

 

El propio queretano le devolvió la vida y lo encumbró, pensando que el adversario a vencer –rumbo a la candidatura presidencial– era Madero y que Calderón, como ex Presidente, ya no jugaba en la de 2018.

 

Anaya no calculó que el verdadero peligro estaba en el ex mandatario; que Calderón volvería por sus fueros amparado en la imagen de inocencia de su esposa, Margarita Zavala.

 

El presidente del PAN olvidó además que Los Pinos también juegan. Y fuerte.

 

Y si a lo anterior añadimos que Ricardo Anaya eligió a mediocres para encabezar su fuerza en el Congreso, queda la mesa puesta para lo que hoy le está ocurriendo.

 

GEMAS. Obsequio de Andrés Manuel López Obrador: “La cúpula del PRIAN se regodea autopremiándose de lo bien que han gobernado al país. Vean a Baillères, dueño del ITAM y segundo hombre más rico de México, con Peña y Calderón, los ejecutores del plan para saquear a México y desgraciar al pueblo”.