La Arquidiócesis Primada de México acusó que durante la visita del papa Francisco la “mano de la discordia” puso el acento en los aspectos negativos, lo cual influyó en el discurso que pronunció el Pontífice a los obispos mexicanos en la Catedral Metropolitana el pasado 13 de febrero.

 

“Afortunadamente, el pueblo conoce a sus pastores y los acompaña en la construcción del reino de Dios, al precio que sea, como ha sido a lo largo de la historia de este país… ¿O será que las palabras improvisadas del Santo Padre responderían a un mal consejo de alguien cercano a él? ¿Quién mal aconsejo al Papa?”, cuestiona el editorial del semanario Desde la Fe, publicación oficial de la Arquidiócesis.

 

Pese a esa mano de la discordia, la Arquidiócesis afirmó que hay unión dentro de la Iglesia, esto a un mes de que la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) tenga su asamblea, donde el tema principal será la elección del presidente para los próximos tres años. Destaca que el actual presidente de la CEM, el obispo de Guadalajara, José Francisco Robles, tiene la opción de reelegirse.

 

En el texto se afirma que el Episcopado conoce y afronta los retos actuales, tales como el crecimiento del protestantismo en nuestro país, la ofensiva anticlerical y la postura crítica que como institución deben tener frente a los problemas sociales.

 

Sobre el punto del incremento de los protestantes, la Arquidiócesis informó que 81% de los mexicanos se declararon católicos en 2014, mientras que el INEGI reportó que en 2010 eran 82.7% de la población, lo que indica una baja, pero que ya se afronta.

 

“Sería absurdo pensar que Su Santidad desconoce la gran resistencia que la Iglesia Católica mexicana ha opuesto a la expansión de las comunidades protestantes de tintes carismáticos y pentecostales que, no obstante, se propagan sin freno en otros países”, dice el editorial.

 

Además, afirma que el líder de la Iglesia Católica sabe sobre la persecución masónica que han sufridos los sacerdotes mexicanos, situación que ha dejado ver a un episcopado con tintes de santidad, por lo que es ilógico que Francisco haya regañado a los obispos en la catedral.