Omar Fayad está de vacaciones: en cada etapa de la campaña desayuna con tranquilidad, disfruta cada acto proselitista, hace política en la camioneta, camión o helicóptero, responde todas las llamadas telefónicas y hasta se da el lujo de bromear, como cuando iba al club deportivo aquí en la Ciudad de México y despachaba como senador.

 

A la hora de la comida, se placea en los restaurantes, fondas o banquetes que se preparan para halagar a los votantes.

 

Y como rockstar se deja tomar decenas de fotografías y selfies con una gran sonrisa, que produce la confianza de que ya ganó. Y no es para menos, lleva una ventaja muy considerable contra el aspirante de Acción Nacional, que postuló a un cantante de medio pelo; y contra el abanderado del PRD, José Guadarrama, que nomás no levantó. El candidato de la alianza PRI-Verde ganará -según todas las encuestas- con 55% de los votos, el próximo 5 de junio.

 

Aunque todos aseguraban que David Penchyna sería “el bueno”, la popularidad y la amistad sí contaron: todos los estudios demostraban que el más conocido y quien poseía la mejor intención de voto era el oriundo de Zempoala. Y su esposa, Victoria Ruffo -con quien tiene dos hijos-, goza de muchos seguidores en la misma entidad y en los estados vecinos: San Luis Potosí, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Querétaro y Estado de México.

 

Obviamente las opiniones de Miguel Ángel Osorio Chong, Manuel Ángel Núñez Soto y Jesús Murillo Karam fueron tomadas en cuenta; y el mismo gobernador Francisco Olvera Ruiz, que impulsó a su gallo -y a quien no le alcanzó para convencer al presidente Peña- vetó al hoy titular del Infonavit.

 

Pero ese ánimo tricolor no es igual en las otras 11 gubernaturas. El líder de ese partido, Manlio Fabio Beltrones, y su secretaria general, Carolina Monroy del Mazo, se comprometieron públicamente a ganar. ¿A estas alturas, usted cree, respetado lector, que cumplan su objetivo?

 

Carlos Lozano, el mandatario saliente de Aguascalientes, no está muy bien calificado; tampoco Jorge Herrera Caldera, de Durango, y mucho menos Mariano González, de Tlaxcala.