MIAMI. Alan Gross era el activo más valioso que el régimen de los hermanos Castro mantenía en la cárcel. Gross llegó a La Habana como empleado de la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos para realizar una misión importante: distribuir computadoras y teléfonos satelitales para la comunidad judía asentada en Cuba. Fue encarcelado el 3 de diciembre de 2009.

 

Su abogado, estadunidense de origen cubano, James L. Berenthal, medió entre La Habana y Washington para lograr su liberación, dijo a la Agencia EFE que es el fruto de años de “negociaciones íntimas”.

 

“En los últimos tres años y medio el rabino Elie Abadie, líder de la congregación sefardí de Estados Unidos, y yo hemos estado hablando con el Ministerio de Exteriores de Cuba para lograr la liberación del señor Gross, que estaba en una situación muy deprimente”, dijo Berenthal en una entrevista telefónica desde Nueva York, donde tiene su despacho de abogados.

 

El abogado explicó que trataron de “negociar con el Gobierno de Estados Unidos”, pero el Departamento de Estado les “esquivó”.

 

“Hoy llegó un día muy feliz para todos nosotros”, aseguró Berenthal, que explicó que la comunidad judía en EU y la familia de Gross le pidieron que llevase a cabo esta tarea de mediación.
Alan Gross se presentó ante la prensa, en Washington, una horas después del mensaje de Barck Obama. Gross dijo que en los cinco años que pasó preso en Cuba aprendió una lección: que la libertad no es gratuita.

 

El gobierno de la isla lo liberó como parte de un acuerdo para restablecer relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Gross elogió la decisión del presidente Barack Obama de restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, señalando que más de cinco décadas de historia demostraron que la política antigua no funcionó.

 

“Dos desaciertos no equivalen a un acierto”, dijo Gross. “Espero realmente que podamos dejar atrás estas políticas beligerantes”.

 

Gross lucía de aparente buena salud y caminaba por su cuenta. Habló con reporteros en un bufete de abogados de Washington poco después de que un avión estadunidense lo trasladó a suelo de su país.

 

A pesar de su odisea, Gross afirmó que tenía el mayor respeto por el pueblo cubano y que le dolía “ver cómo son tratados de manera tan injusta”.

 

“De ninguna manera son ellos los responsables de la experiencia a la se nos ha sometido a mí y a mi familia”, dijo Gross, calificando a la gran mayoría de los cubanos como “gente increíblemente cariñosa, generosa y talentosa”.

 

Dijo que saber que no fue olvidado en Estados Unidos fue crucial para su supervivencia.

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