Desde el arranque del año 2000, por lo menos, expertos en materia energética advirtieron reiteradamente en este espacio que “la gallina de los huevos de oro negro” (Pemex) corría el riesgo de morirse porque desde 1977, cuando empezó “la abundancia petrolera”, nada más se dedicaron a exprimirla.

 

 
El primer director de Pemex en la administración de Vicente Fox, Raúl Muñoz Leos, se la pasó casi cuatro años advirtiendo: “Van a matar a la gallina de los huevos de oro negro”. Pero lejos de tomarlo en cuenta, lo despidieron porque “ya tenía hasta la madre” al secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, con el tema de la autonomía de gestión, un nuevo régimen fiscal, más recursos para inversiones…

 

 
En 2005, en vísperas del aniversario de la expropiación petrolera, el entonces director Luis Ramírez Corzo expuso que Pemex enfrentaba una situación financiera delicada, caracterizada por pasivos crecientes a los que se sumaban pérdidas acumuladas porque las aportaciones fiscales de los últimos cuatro años, decía, representaron, en promedio, 75% de los ingresos totales y 114% de las utilidades de operación antes de impuestos, lo que a su vez ocasionó la disminución del patrimonio de 167 mil millones de pesos en 1998, a 24 mil millones en 2004.

 

 
Y agregaba: el rezago en el mantenimiento de las instalaciones ha provocado la obsolescencia de equipos críticos, retrasos tecnológicos y la falta de sistemas e infraestructura de respaldo. En los últimos 11 años, este rezago se calcula en más de 70 mil millones de pesos. De manera, pues, que mientras Pemex presume de producciones récord en casi todas sus líneas de negocios en un contexto de precios altos y genera los ingresos más elevados de su historia, aportando más que nunca a la hacienda pública, su situación financiera se deteriora hasta llegar a niveles críticos.
Ante esta paradoja, el director de la paraestatal expuso:

 

 
1) Si Pemex no es capaz de contar con un nivel de inversiones de por lo menos 10 mil millones de dólares anuales, es probable que México se convierta en un importador neto de crudo en la próxima década. Este escenario nos conduciría a una drástica reducción de nuestra base de reservas, lo que disminuiría la contribución de Pemex al desarrollo nacional.

 

 
2) Hoy (2004) tenemos la oportunidad de consolidarnos como una empresa productora y procesadora de crudo, gas y derivados que satisfaga la demanda del país y, además, exporte excedentes importantes. Para lograrlo se requieren inversiones superiores a los 20 mil millones de dólares por año, nivel que bajo las circunstancias actuales de la empresa no puede ser satisfecho ni con mayor endeudamiento ni con recursos presupuestarios.

 

 

Por lo tanto, es indispensable que se establezca un régimen fiscal que sea competitivo internacionalmente y que no descapitalice a la empresa y al país… necesitamos acordar, y pronto, un modelo de cambio estructural mayor, el cual debe contemplar: una apertura del sector a la inversión privada que sea inteligente, oportuna y eficiente, que evite, claro, la privatización de nuestro recurso natural. El marco legal y el esquema de inversión pública actuales lo único que van a conseguir es llevar a Pemex a la ruina, quiso decir Luis Ramírez Corzo.

 
Ésa fue una de las tantas advertencias sobre el negro futuro de Pemex.

 
Hoy que el presidente Enrique Peña Nieto declara que la “gallina de los huevos de oro” se encuentra “in articulo mortis”, sus detractores lo ven como culpable del crítico estado de Pemex. ¡Ay, la ingratitud!