Basados en el Indicador de Confianza Empresarial que publica el INEGI, los analistas financieros y bursátiles, incluyendo a los bisoños, preguntan: ¿dónde está la crisis de la que tanto se queja la sociedad? ¡Pues sólo en su imaginación, porque vamos “a todo mecate”!, responden ellos mismos. Y explican:

 

 
Hoy, cualquiera puede tener acceso a un auto; prueba de ello es que las ventas de vehículos se incrementaron 17.2% en enero pasado con respecto al mismo mes del año 2016. De igual manera se puede adquirir una vivienda decorosa con un crédito hipotecario, seguir gastando a manos llenas en las tiendas departamentales y de autoservicio, y más, mucho más. Todo eso a pesar de la devaluación de nuestra moneda, del incremento en las tasas de interés, del aumento en la inflación y otros males que padecemos.

 

 
Y es que, según el susodicho indicador, los sectores de la construcción, las manufacturas, el comercio y otros repuntaron espectacularmente, lo que permitió que los empresarios recuperaran la confianza en el futuro de la economía, a pesar de las amenazas de Donald Trump. La incertidumbre de finales del año pasado ya es historia, festejan los analistas.

 

 
Entonces, ¿por qué empresarios de diversos sectores se siguen quejando de que sus negocios van muy mal, que van a tener que “bajar la cortina” o cambiar de giro…? O manifiestan su temor, como el presidente de los “cupuleros”, Juan Pablo Castañón, quien afirma que si las tasas de interés siguen subiendo, el crédito se puede encarecer, lo que inhibiría los proyectos de inversión y la creación de empleos. ¡Pues acuérdense que “quien no chilla, no mama”!, exclaman los observadores, quienes concluyen: así como existen dos Méxicos -el de los ricos y el de los “jodidos”-, hay dos tipos de crisis: la económica, que los primeros no la padecen; y la que sólo está en la cabecita de millones de personas que no tienen nada, o sea, las que atraviesan por una crisis existencial permanente.

 
AGENDA PREVIA

 
A ver, a ver, a ver. Primero, el presidente de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, reconoce frente al presidente Enrique Peña Nieto que, en 2016, desde el Ejecutivo federal se dieron muestras claras de compromisos y convicción en materia de respeto a los derechos humanos, y hasta sonríe para la foto oficial. Pero ya que se adueñó del micrófono, afirma que 2016 fue “un mal año para los derechos humanos en México”, y arremete contra autoridades federales, estatales, municipales y funcionarios públicos. Aprovecha la oportunidad para darle, oootra vez, una repasadita a integrantes del Ejército Mexicano por excesos a la hora de combatir al narcotráfico y al crimen organizado. Y recomienda que a los servidores públicos les den clases de ética y moral.

 

 
¡Pues si ya saben que al ombudsman de los “derechos inhumanos” (según se interpreta de su discurso) le encantan los reflectores, para qué lo invitan!, apuntan los observadores políticos objetivos, imparciales, enhiestos y erectos.
En su quinto informe de labores ante el pleno de la Asamblea Legislativa, el procurador general de Justicia de la Ciudad de México, Rodolfo Ríos Garza, informó que en 2016, los delitos de alto impacto social se redujeron en 7.7%; que disminuyó 4% el robo de vehículos, 8.2% a transeúnte en vía pública, 10.6% a transportistas, 13% a casa habitación y 16.5% a repartidores; así como 19.6% en violaciones, 21.4% en robos a pasajeros a bordo de taxi, 21.6% en secuestros y 27.1% en robo a cuentahabiente, entre otros delitos.

 
Ríos Garza hizo nuevamente un llamado a la asamblea con el fin de que le otorgue a la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México un mayor presupuesto para seguir combatiendo con más eficiencia a la delincuencia organizada y desorganizada.