El Estado de México se ha considerado –y en muchas ocasiones ha sido– una especie de ensayo general, un laboratorio político-electoral y un campo experimental de pruebas de la sucesión presidencial.

 

Los comicios para elegir gobernador en esa entidad se han realizado –desde hace mucho tiempo– el primer domingo de julio del quinto año del sexenio del gobierno federal, apenas unos meses antes de que se destapen los candidatos presidenciales de cada partido, lo que ha venido sucediendo entre septiembre y octubre del penúltimo año sexenal.

 

Durante los muuuchos años que el viejo PRI gobernó ininterrumpidamente el país, la cercanía de esta elección estatal con la costumbre priista de destapar unos meses después al candidato presidencial “tapado” otorgaba cierto sentido al juego de señales de la clase política que intentaba encontrar en el aspirante a la gubernatura mexiquense datos y referencias suficientes para tratar de descubrir la identidad del candidato presidencial, a qué grupo político pertenecía, con cuál secretario de Estado se identificaba, qué corriente priista lo apadrinaba, etcétera, etcétera.

 

Esa información facilitaba la respuesta que de verdad importaba a los políticos: quién sería el candidato presidencial en el poder.

 

Todo ha cambiado. Hoy cualquiera que sea el aspirante estatal –de la más de media docena de aspirantes– no estaría necesariamente ligado con el candidato presidencial. Sin embargo, otros asuntos se juegan en la elección del Estado de México y todo tiene que ver con la sucesión presidencial. De ahí su importancia.

 

Tal como ocurrió en 2011, una posible alianza del PAN-PRD en esa entidad podría ser el antecedente a una alianza similar en la elección presidencial de 2018. Si bien es cierto, hace seis años, las “alianzas pervertidas, casi “gays” –Oscar Levin dixit–, no cuajaron, hoy las circunstancias políticas son distintas. Por ejemplo: nunca en la historia del “viejo PRI ni del recién nacido ‘nuevo PRI’” le habían puesto una “madrina” como en las elecciones del 5 de junio pasado. Nunca en la historia de esa entidad, los mexiquenses habían tenido un gobernador como Eruviel.

 

Dicen los que saben de política que Eruviel, quien en 2011 se hizo de la candidatura mediante una “extorsión política” (amenazando que si no era favorecido con el dedazo iba a “cambiar de caballo” pasándose al PAN o al PRD) y arrasó en las elecciones, hizo de su administración un desastre. Su “talón de Aquiles”, como él mismo lo ha reconocido fue la delincuencia organizada y desorganizada, además de su ineptitud, dicen los malosos, lo que tiene realmente frustrados, decepcionados, desilusionados, molestos y… lo que sigue a los habitantes de Ecatepec, Nezayork, Cuautitlán, Tultitlán, Tlalnepantla, Naucalpan y zonas circunvecinas. Son los mismos que amenazan con “echar al PRI” del Estado de México. ¡Y cómo se explican que las casas de apuestas y de encuestas, que son las mismas, afirman que la mayoría de los “aceitados”, perdón, encuestados, aprueban su gestión! Acotan los analistas bisoños- “paleros”. Sin comentarios, pues.

 

Tal vez, hace seis años, el entonces gobernador del Estado de México y hoy Presidente de la República nunca se imaginó que inclinar la balanza en favor de Eruviel para que fuese candidato del PRI y luego gobernador del Estado de México le saldría tan caro. ¡Pero ya no se puede regresar al pasado!