El gobierno de la República, así como los sectores obrero y patronal, coinciden que en los últimos 30 años la economía del país se ha caracterizado por un crecimiento mediocre del 2.4%, que la productividad está por los suelos (0.4% anual), que las tasas de crecimiento poblacional y de la inflación siguen siendo altas, que la miseria en la que se encuentran millones de mexicanos es alarmante, que la brecha de la desigualdad es cada vez más amplia, que el bienestar social de los mexicanos se ha deteriorado, que las condiciones de empleo no mejoran, que los bajos ingresos de los trabajadores son una vergüenza, entre otros males.

 

Pero tanto el secretario del Trabajo -quien después de una larga temporada de “tragar sapos” reapareció para defender el salario mínimo actual, como López Portillo defendió al peso mexicano-, como los presidentes de los principales organismos empresariales y varios líderes sindicales, algunos de ellos “charros”, llegaron a la conclusión de que en estos momentos no se puede hacer nada para remediar la situación. Mucho menos incrementar el salario mínimo porque eso sería una irresponsabilidad, una arbitrariedad, una majadería, una…

 

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Bueno, el doctor Agustín Carstens, gobernador del Banco de México -quien ha de ganar como cinco mil salarios mínimos al mes- casi se tira del balcón de su oficina a la calle 5 de Mayo, envuelto en la bandera, claro, nada más de pensar en un incremento a las percepciones de los trabajadores. Un aumento arbitrario al salario sería cuasi un suicidio para millones de trabajadores, quiso decir al referirse al tema. “Las empresas pueden asumir tres decisiones que resultarían indeseables…”, y las expuso:

 

Primera, que decidan trasladar el aumento de los costos por el mayor salario a los precios de los productos que ofrecen, lo que tendría como efecto negativo una mayor inflación. “Eso derrota el objetivo de aumentar el salario real de las familias”, dijo el doctor.

 

Una segunda decisión de las empresas sería correr a los trabajadores o no contratar a ningún empleado adicional, lo cual resultaría inconveniente. Muchas compañías no tienen la capacidad de trasladar ese aumento al salario, dijo.

 

Y la tercera decisión de los patrones sería que éstos  evadan el salario mínimo y con ello no mantengan a los trabajadores en las instituciones de seguridad social, lo cual perjudicaría al empleado porque va a terminar sin un mayor salario, menos prestaciones y eso generaría más empresas informales, advirtió el gobernador del  Banco de México.

 

Ante este tétrico panorama, lo mejor para esos casi 10 millones de personas que perciben un promedio de 2.5 salarios mínimos, unos 175 pesos diarios, cinco mil 200 pesos al mes (ni siquiera los seis mil con los cuales según el manso Cordero, una familia podía vivir dignamente, pagar colegiaturas, el crédito de la casita y hasta irse de vacaciones), es que sigan como están, fregados, pues. ¡Para qué buscarle tres pies al gato! Podría ser la moraleja de todos aquellos que se oponen al incremento del salario mínimo.

Lo paradójico del asunto, por no decir que cínico, es que todos saludan, nada más saludan, la discusión pública  seria y responsable sobre un incremento a los salarios, pero nada más para entretenerse, no para que se incrementen, porque eso hace daño a la salud física y mental, insisten. “El salario mínimo es insuficiente para cubrir las necesidades de la población, pero lo tenemos que debatir con toda seriedad y no hacer de este debate exclusivamente una pancarta política”, dijo el secretario de Hacienda.

 

¡Sí, sí que muera el oportunismo político! Corean el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, los dirigentes de los organismos empresariales y los líderes de varios sindicatos, algunos de ellos “charros”, quienes se pronunciaron por el “diálogo social” entre los factores de la producción para que las organizaciones de trabajadores y empleadores se expresen  y sus propuestas se traduzcan en decisiones y transformaciones. En pocas palabras, para que les sigan dando “atole con el dedo” a todos los que quieren un aumentito en sus percepciones.

 

¡Ni modo, ahí será para la otra!

 

AGENDA PREVIA

 

Durante la presentación de los resultados de la llamada “Ronda Cero”, ocurrió un hecho insólito. La subsecretaria de Hidrocarburos, María de Lourdes Melgar Palacios, hizo alarde de sus “cualidades”. ¿Se lució la señora? Se apresuran a preguntar algunos observadores. Nada de eso, en su presentación logró “dormir a un búho”, comentan algunos de los asistentes, quienes explican: Lo que ocurrió fue que se dedicó a pasar láminas, láminas y más láminas, sin darle tiempo a los interesados en los proyectos de asimilar tan valiosa información, que prefirieron “colgar el pico”, con la esperanza de que un día de estos suban al sitio de la Secretaría de Energía la información. Pues es que como que no le entiende mucho al tema, señalan sus detractores. Bueno, eso sí sería preocupante.

 

Como por arte de magia, a un día de que entró en vigor la Ley Federal de Telecomunicaciones, sus  beneficios ya son “tangibles para la sociedad” internauta. Según el titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, 40 mil sititos públicos a nivel nacional (escuelas de preescolar, primaria, secundaria, así como en preparatorias y universidades; hospitales, centros de salud y bibliotecas) disfrutan ya de la conectividad instalada por la dependencia. ¡Y van por los 250 mil!

 

Para que vean que en esa dependencia sí son eficientes.