La ciudad de México lleva tres décadas discutiendo si requiere o no un nuevo aeropuerto y dónde hacerlo. Desde mediados de los ochenta, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México tiene algún grado de saturación. Pese a cuantiosas inversiones en la terminal histórica y en la más moderna, al aeropuerto le caben más personas pero no más vuelos.

 

En los últimos años las posibles opciones para el nuevo aeropuerto fueron reducidas a dos. El Lago de Texcoco y el Valle de Tizayuca. El primer caso requería originalmente de terrenos en manos de comuneros de Atenco, pero en los últimos años la Comisión Nacional del Agua ha venido consolidando un polígono que, al parecer, ya no requiere de expropiación alguna. Sin embargo, la propia Conagua ahora señala que los terrenos no son aptos para un aeropuerto.

 

La ubicación de Texcoco parecería inmejorable. Pegado a los límites del actual aeropuerto, a una veintena de kilómetros del centro de la Ciudad de México, con potencial industrial, con carreteras y autopistas en los alrededores como para comunicarse con las ciudades cercanas, con espacio para construir cinco pistas y una gran terminal de carga ¿Por qué no hacer el nuevo aeropuerto en el Lago de Texcoco?

 

En los planes hidráulicos de la Ciudad de México, una ciudad que desde su fundación ha sufrido de inundaciones, el Lago de Texcoco, en su mayoría seco, quedó como un gran vaso regulador. Si algún día llega la tormenta perfecta, las aguas podrán almacenarse allí para luego ser desalojadas de la cuenca en las siguientes horas. Gracias al lago, la Zona Metropolitana del Valle de México tiene un mínimo riesgo de inundación.

 

Con el aeropuerto más ambicioso, el Lago de Texcoco no sólo tendría que ser utilizado para las pistas y la terminal de pasajeros. La ciudad tendría la oportunidad de convertirse en un “hub” internacional. Con pistas un poco más largas puede compensarse la desventaja de la altura de la ciudad. Con un buen aprovechamiento del polígono, puede haber bodegas, oficinas, hoteles, industria y servicios.

 

¿Si las obras del aeropuerto de Texcoco mantuvieran la capacidad hidráulica del lago podríamos construir el aeropuerto? La Conagua, según se supo en días recientes, tiene una posición contraria a construir el aeropuerto allí por dos causas eventualmente salvables: la capacidad hidráulica y las dificultades técnicas para soportar un aeropuerto en los terrenos del lago. Al menos media docena de aeropuertos han sido construidos en el mar, sobre islas artificiales: Hong Kong y Osaka pueden dar cuenta de ello, aunque ninguno sobre un vaso regulador.

 

Si los impedimentos que Conagua determinó para construir el aeropuerto allí fueran salvables ¿valdría la pena convertir al Lago de Texcoco en un aeropuerto? El lago ya es la sede de uno de los rellenos sanitarios más grandes del mundo: Bordo Poniente. ¿Basurero sí, aeropuerto no?

 

Aún bajo la mitigación de los riesgos hidrometeorológicos y de ingeniería, el aeropuerto de Texcoco mantendría un riesgo importante: las aves migratorias. De construir allí el aeropuerto las rutas de aves tendrían que cambiar, lo cual puede afectar no sólo poblaciones sino la sobrevivencia de decenas de especies. ¿Debe el desarrollo imponerse? La respuesta ya no es tan simple como antes.

 

En cualquier caso, me parece, el Aeropuerto de Texcoco está vivo. El futuro del aeropuerto de la Ciudad de México es algo discutible. No puede decretarse bajo un espíritu desarrollista pero tampoco puede desecharse de buenas a primeras. Aún cuando la saturación del AICM se desborde hacia los aeropuertos cercanos, como el de Toluca, la necesidad de ampliación de la oferta de un aeropuerto principal, aunado a la conveniencia de contar con un aeropuerto intercontinental, podrían inclinar la balanza.

 

Pese a todo lo que se diga contra la alternativa de Texcoco, ésta es cercana a la ciudad y se establecería sobre terrenos ociosos que, en su mayoría, no tienen siquiera un uso ambiental, sólo el uso contingente en caso de que llegue la tormenta perfecta.

 

@GoberRemes