Hubo una Real Sociedad, la de 2003, que llevó al límite al Real Madrid más galáctico. Tan al límite que apenas en la antepenúltima jornada los merengues asaltaron el liderato y sólo con una victoria en el partido final se coronaron.

 

 

Ahí brillaban Zidane, Raúl, Figo, Ronaldo, Roberto Carlos, pero del otro lado, en San Sebastián, había un once liderado, armonizado, oxigenado, por la pierna derecha de un joven que apenas pasaba de los 20 años, aunque ya jugaba y mandaba como veterano.

 
Elegante y sereno, de rictus concentrado como si la lectura del rival implicara nociones de física cuántica, no por visionario e inteligente menos aguerrido y sacrificado, Xabi Alonso pintaba desde entonces como catedrático en pantalón corto.

 
Líder nato, capaz de convertir cada toque al balón en un aforismo de impecable métrica y estética, acaso similar al planteado para anunciar su retiro este jueves: Lived it. Loved it. Farewell beautiful game. Sin exclamaciones. Sin ponderaciones. Sin enumeraciones de cuanto dejó y conquistó. Frase tajante y concisa, como en el medio campo él.

 
Una opción (y, ciertamente, obligación) es recordar cuanto ganó a lo largo de sus 18 años de trayectoria: un Mundial y dos Eurocopas con su selección, Champions League y Supercopa europea tanto con Liverpool como con Real Madrid, ligas y copas coleccionadas ya en la Premier League, ya en España, ya en la Bundesliga con el Bayern Múnich, ya como baluarte de Mourinho o de Guardiola.

 
Otra más es calibrar lo que cada sitio en el que jugó le quiso y lo que cada afición de la que fue rival le respetó. Su capacidad para conjugar razón y pasión, mesura y entrega…, siempre y cuando no hablemos de la explosiva (y muy justificada) invasión de campo en el festejo del gol en la Champions de Lisboa.

 
Sin duda, uno de los mejores jugadores de su generación, pero también uno de los pocos en la historia de este deporte que con pararse en el círculo central añadía una ventaja a su equipo. Ya luego, era cuestión de que el balón se sometiera a su sexto sentido para que algo diferente aconteciera. Una vez a sus pies, todos asumíamos (y el contrario temía en inconsciente retirada), que tiempo y espacio se darían la mano en uno de sus trazos.

 
Se va del futbol todavía con muchísimo que ofrecer. Aún fuerte, aún hambriento, aún clarividente, eternamente feroz en su competitividad, el Bayern ha gozado de sus últimos años.

 
La España de los dos javieres ha terminado formalmente. El catalán, exiliado millonariamente en Qatar, el vasco retirado intempestivamente en Baviera, han dejado desde Brasil 2014 un vacío de imposible solución. Tan imposible como que en otra generación coincidan dos mediocampistas con semejante capacidad de lectura, liderazgo e intuición.

 
Lo vivió y lo adoró, como él ha dicho. Lo vivimos y, por ende, nos rendimos en su adoración, desde aquella Real Sociedad de 2003, en la que recién salido de la adolescencia ya imponía futbol con autoridad de la mayor graduación.

 
Twitter/albertolati

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