La iniciativa #3de3, desarrollada por el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C. (IMCO) y Transparencia Mexicana, llegó a darle una sacudida muy necesaria a una política mexicana acostumbrada a hacer lo que le da la gana. El conjunto de declaraciones –patrimonial, fiscal y de conflicto de intereses– puso una lámpara sobre esa cómoda pero ilegítima secrecía inherente a los asuntos públicos nacionales.

 

Ciertamente ha habido individuos que no dicen toda la verdad en sus declaraciones, pero esa es justamente una de las funciones de la #3de3: detectar inconsistencias y omisiones para que el ciudadano pueda cotejar a sus políticos. Es, pues, una herramienta complementaria que vino a equilibrar un poco la balanza ciudadanía-clase política. Y eso, viendo nuestra historia reciente y no tan reciente, es un paso gigante: la corrupción es una de las dos heridas morales más profundas del país –la otra es la ancestral desigualdad–.

 

Desde el plano estrictamente ciudadano –yo milito en un partido–, debo reconocer que la medida cambió la política mexicana para bien. Ahora, habiendo comenzado oficialmente el proceso electoral 2017-2018, y en el contexto de la nueva “generosidad” de los partidos tras los sismos, es el mejor momento para exigir mayor transparencia a esas entidades (supuestamente) de interés público que muchas veces oscilan entre la legalidad y la clandestinidad. Hablo, sí, de divisar una #3de3 para partidos a nivel nacional y sus contrapartes en los estados; de repetir ese espíritu de formidable ciudadanía estructurada.

 

¿Qué áreas podrían constituir una #3de3 para partidos realmente útil? Vayamos a las lagunas. Por ejemplo, las asignaciones opacas que los grupos parlamentarios se autoconceden, a nivel nacional y estatal. Eliminarlas, o por lo menos transparentarlas, es un imperativo de la democracia: “Las asignaciones carecen de una justificación clara de su uso. Como el Congreso persiste en la práctica de no publicar su comprobación, se pueden usar para diversos fines, entre ellos pagar asesorías, retribuir la disciplina de los legisladores, financiar clientelas políticas o canalizarlo a campañas electorales. Siendo discrecional su uso, podrían también destinarse para fines personales” (Integralia, 2016).

 

Asimismo, los partidos reprueban al transparentar sus contratos de adquisición, arrendamiento, diversas concesiones, y al aclarar las prestaciones de bienes y servicios que reciben; de igual manera, sus gastos ordinarios, su estatus patrimonial y el clarificar mediante un ejercicio minucioso y detallado cómo y en qué usan los recursos públicos, son puntos cruciales a la hora de pensar en una #3de3 para partidos. Tabuladores de sueldos de dirigentes nacionales y estatales, y datos públicos y actualizados sobre las aportaciones de la militancia, también serían áreas para la claridad. Sombras sobran.

 

Es fundamental subir el costo de la opacidad pero ahora a nivel tribal –a nivel partido–. Por ejemplo: si un candidato del partido X a senador por el estado Y es cuestionado por sociedad civil o medios sobre por qué su partido a nivel nacional y/o estatal no ha cumplido con su #3de3 para partidos, el mismo candidato será un interesado en que estos lo cumplan, formándose ese ciclo donde confluyen ganancia política-electoral y apertura de la partidocracia. El IMCO y Transparencia Mexicana, gracias a su prestigio y seriedad, lo lograron anteriormente con la #3de3 para individuos: que hoy un candidato o funcionario tenga sus declaraciones es benéfico para éste y para la sociedad. Ahora sí que “win-win”.

 

Cuando la política pone la vara en 5, la sociedad civil la debe subir a 10. Ese es su rol: sacar de su zona de confort –ésta, muchas veces constituida por privilegios ilegítimos– a los políticos; empujar las agendas más allá de lo que los partidos etiquetamos como “políticamente viable”. Esta es solo una idea más, pero reitero: no todos los días los partidos muestran “generosidad”; hay que tomarles la palabra y subir la vara. Así como la #3de3 para individuos acercó a estos a la sociedad, una #3de3 para partidos –hoy desprestigiados en demasía pero aún así fundamentales para la democracia– mejorará la imagen de quienes decidan sumarse a dicha iniciativa.

 

@AlonsoTamez