El Ejército de Corea del Sur confirmó este mañana que el misil lanzado este miércoles por la vecina del Norte alcanzó una altitud de unos 960 kilómetros

La vida se escapa sin querer por los poros de la piel apergaminada, plagada de pliegues que parecen un papel macilento. En cualquier momento, en cualquier instante, un soplido apaga una llama que quiso ser incandescente.

 

La vida es una, única e irrepetible. Es un cúmulo de circunstancias, de anécdotas que hacemos propias, pero que no nos pertenecen.

 

Los hijos, los padres, la pareja, los amigos, la mirada, los viajes, el trabajo, los compañeros no son más que un cúmulo de vivencias que permanecen en el olvido de la memoria, ésa sí, ésa que confirma la existencia del ser humano.

 

Pero son eso: circunstancias. Lo único que es realmente irrepetible es la auténtica aventura del hombre, el nacer y el morir. Es ese viaje que hacemos solos con nuestra quintaesencia que sólo escucha esa aventura hacia el infinito de la luz.

 

Algunas personas piensan que son llamadas antes, que tienen que irse temprano. Algunos creen que eso es lo que le pasa a mi hermano Fer, pero no es así. Fer es mucho más poderoso de lo que él mismo cree, más que la unión de la pared científica, porque Fernando, con su lucha, con su gallardía traspasa paredes, y barreras y fronteras infranqueables. Por eso, porque es él, con su energía única que nos arroga a todos los que le amamos, y nos dice que él es mucho más fuerte que el “momento” sencillamente porque no es el suyo. No aún. Queda mucho para que lo sea.

 

Eso lo saben muy bien mi Claudia y mi Mónica, y tantos otros amigos que hemos visto en Fer a un ser humano excepcional; a alguien más que un amigo, que un hermano, a un hombre que se viste por los pies y que no se esconde en las adversidades.

 

Estamos viendo en Fer a un guerrero infatigable en la batalla de la enfermedad, en la guerra de la vida, ésa que algunos dicen que puede perder, pero también otros muchos que sabemos que vas a vencerla, Fer, porque sólo tú eres único, con tu alargada sonrisa incluso en los momentos más difíciles.

 

Ánimo, Fer. Vas a vencer. Todos estamos en la barrera viendo cómo recibes a portagayola a ese toro astifino, cómo le toreas por verónicas, cómo le castigas con banderillas negras por el sufrimiento que te ha hecho pasar, cómo derrota a base de derechazos y cómo tú y sólo tú le matas recibiendo, cómo acabas con el maldigo cáncer como lo hacen los toreros, mirándole a los ojos, con la dignidad y la valentía que nos has enseñado.

 

Admiro tu gallardía y me siento profundamente orgulloso de ser tu hermano, de compartir tantas circunstancias de vida y tantas otras -créeme- que nos quedan por compartir.

 

A mi Fer Ibáñez, porque estoy seguro de que ganará la guerra por la estrategia de vida que escogió.