La entrada a la Casa Blanca de su nuevo inquilino ha resultado tan abrupta como explosiva. Su desembarco ha comenzado destruyendo parte del legado de Barack Obama empezando por el Obamacare, que ofrecía una prestación sanitaria a más de 20 millones de personas; algo hasta entonces inédito en un país donde morir era uno de los actos más caros por lo costoso de la sanidad privada.

 

Su populismo es incendiario, tanto que las protestas se extienden desde la capital estadunidense hacia el resto del mundo. Han llegado incluso hasta la remota Sídney en Australia, donde centenares de personas se concentraron en la embajada para protestar por la llegada de Trump al poder.

 

Y es que el populismo es como la gripa, que se contagia con mucha facilidad y así van resurgiendo los extremismos tanto de la derecha como de la izquierda.

 

En Europa, los líderes populistas sienten que ha llegado su momento y no lo van a dejar escapar. De hecho, están intentando unirse en un año electoral tanto en Francia como en Alemania.

 

Marie Le Pen, del Frente Nacional en Francia, acaricia el poder de cara a las elecciones de mayo. Francia se cansó de los líderes tradicionales y, por primera vez, la extrema derecha puede llegar a gobernar.

 

Bélgica, Holanda, Italia, Alemania, Hungría o España son países donde o ya hay gobiernos de corte populista –el caso húngaro– o existe esa posibilidad.

 

Ahora bien, también puede ocurrir el efecto contrario. Si la ciudadanía europea ve en Donald Trump un peligro potencial, podría seguir con el voto a fuerzas políticas tradicionales. Viendo los primeros pasos del caballo desbocado que representa Trump, Europa podría volver a pensar qué es mejor.

 

Europa tiene que recordar todo lo que ha construido a lo largo de los siglos de la historia compartida. Debe volver a una refundación de los valores reales de la democracia, de los enciclopedistas, del abrevadero político y cultural que nos representa.

 

Entones sí, entonces derrotaremos a los fútiles populismos que sólo pueden desembocar en el caos, en el colapso social e institucional.

 

Veremos qué ocurre en el país más poderoso del mundo. Puede que la llegada del nuevo Presidente se convierta en el principio del fin del Imperio.