Una de las noticias más esperanzadoras que leo es, sin duda, la recuperación de la ciudad iraquí de Mosul, que ha sido la “capital” del mal llamado Estado Islámico.

 

Conocí un Mosul prácticamente desértico, allá por febrero de 1991, cuando Saddam Hussein amenazó con lanzar gas mostaza, como lo hizo en 1988, para aniquilar a la población kurda.

 

Mosul y Kirkuk eran ciudades desiertas; tanto que parecía que no deambulaban ni espectros de espíritus errantes. El pánico de la población fue mayor que la permanencia de la metrópoli a la espera de una muerte segura.

 

Veinticinco años más tarde, la ciudad norteña iraquí de Mosul puede por fin volver a sus orígenes con unos sanguinarios sayones que salen despavoridos como si fuesen conejos pusilánimes que escuchan el silbido de las balas.

 

Pero todavía miles de familias están haciendo de escudos humanos, muriendo como mártires porque ya se sabe que el DAESH muere matando.

 

Pero el horror de los que quedaron apresados durante el tiempo que permaneció el Estado Islámico en Mosul ha sido inenarrable. Afortunadamente durará poco, gracias al avance de las tropas iraquíes y sirias. Se acabarán los juicios sumarísimos, las ejecuciones masivas, las teas humanas, las torturas públicas, los asesinatos a pobres infelices arrojándoles al vacío de un fin sin fin desde una triste azotea que nadie nunca conoció, hasta que subieron a su víctima.

 

El ejército iraquí ha tomado ya pueblos muy cercanos a Mosul. De hecho, lucha casa por casa en la ciudad que el Estado Islámico proclamó como capital de su nuevo “Califato”. Pero parece que ahora sí se han tomado muy en serio derrotar al DAESH.

 

Simultáneamente, en los alrededores de Damasco, el ejército del presidente Bashar Al-Assad, apoyado por la aviación rusa y las milicias chiíes proiraníes, está recuperando terreno, a las fuerzas rebeldes y algunos focos –muy pocos– del DAESH.

 

¿Nos encontramos ante una liberación? En parte sí. Se acabaron los delitos de lesa humanidad en Mosul. Y en una buena parte de Irak. En la capital Siria también podrían volver a la calma.

 

Pero, ¿quién está realmente liberando a Mosul del Estado Islámico? La respuesta es sencilla: Irán; la peligrosa Irán que está ayudando al Presidente iraquí, Fuad Masum, que, aunque es kurdo, tiene una buena relación con el chiismo iraní. Le interesa abrazarse a Irán antes que seguir bajo el yugo del mal llamado Estado Islámico.

 

Irán está aprovechándose de una situación ventajosa para poder expandirse por varios puntos de Medio Oriente.

 

Lo mismo ocurre con muchos pueblos cercanos a la capital Siria. ¿Quién está destruyendo las posiciones rebeldes? Las milicias proiraníes –también chiitas– con la anuencia de Rusia, que también está ayudando con sus cazas.

 

Y ese panorama también representa una seria amenaza. Y lo es porque Irán es el antiguo enemigo de la gran mayoría de los países de Medio Oriente y, en parte, de la Comunidad Internacional. Un Irán que lleva años jugando al gato y al ratón con los enviados de la Organización Internacional de la Energía Atómica. Llevan años dándoles todas las vueltas para no demostrar el alcance real que tienen. Un Irán que se burla de la Comunidad Internacional para esconder, una y otra vez, el potencial destructivo que tiene en su poder. Cuyas ojivas miran hacia muchos países, principalmente hacia Israel.

 

Algo más. El hecho de que se limpie Irak del Estado Islámico no quiere decir que vaya a desaparecer ni mucho menos. La cola del DAESH la pueden cercenar, pero se reproduce con rapidez. Hay muchos lugares para reinstalarse. De hecho, ya lo están haciendo. El Sagel, gran parte del norte de África, es de ellos. No hay más que ver su fuerza en Libia tras el vacío de poder que quedó a partir de 2011. Algo parecido ocurre en algunos puntos de Egipto, en la profundidad argelina, en el norte depauperado de Marruecos o en la misérrima Mauritania.

 

Y lo malo es que son países que, algunos de ellos, se encuentran a menos de 50 minutos en avión de Europa. Eso sí representa un serio problema.