Finalmente tenemos Gobierno en España. Yo pensaba que íbamos a pasar al Récord Guinness por la ausencia gubernamental. Han transcurrido más de 300 días con un Ejecutivo en funciones que podía tomar decisiones de andar por casa, pero no las importantes, aquéllas relevantes que son las que hacen que un país camine.

 

Sin embargo, el mensaje que han dado los españoles a Mariano Rajoy es inequívoco. Con las tres cuartas partes del Gobierno en contra, es ahora donde se va a ver la cintura política del líder conservador. Ahora veremos la calidad de estadista que representa Mariano Rajoy.

 

Tendrá que consensuar una por una cada ley, para que pueda sacar adelante poco a poco a la nación. Dependerá de su capacidad de persuasión, de su capacidad negociadora el que la legislatura pueda agotarla o, por el contrario, se adelanten y tengan que convocar elecciones anticipadas ante la imposibilidad de que el Ejecutivo sea incapaz de gobernar el timón de España.

 

Y ahí es donde está en juego el tercero en discordia. Podemos, el partido populista y radical de Pablo Iglesias, está relamiéndose de gusto, esperando cómo no le van a apoyar los Presupuestos Generales del Estado de 2018. Si esto es así, Pablo Iglesias, que mide muy bien los tiempos, sabe que se disolverían las Cámaras y habría que convocar a nuevas elecciones. Y es ahí donde intentaría tomar el timón del tratado total del poder.

 

No le va a ser muy difícil. Dependerá del descompuesto Partido Socialista que hoy está fragmentado en multitud de átomos que luchan hasta desperezarse. Podemos pretende fagocitarse al Partido Socialista y crear una fuerza de izquierdas que sea la alternativa real al Partido Popular. Eso hoy no es descartable.

 

¿Podría haber un Gobierno de una izquierda radical en un futuro en España? Podría, claro que podría. De hecho, en el remoto país de Islandia ya ha comenzado. El partido Pirata no ha ganado las elecciones, pero ha estado cerca. En Grecia, la izquierda extremista de Syriza gobierna desde hace más de tres años. En Austria puede vencer la extrema derecha a principios de diciembre, como también en Holanda o Francia. 

 

El asunto todavía es más sangrante en el caso estadunidense. Independientemente de que Donald Trump –rancio como él solo– pueda o no ganar, el hecho de que haya llegado tan alto no hace más que reflejar el hartazgo de la opinión pública norteamericana y su rechazo a la clase política.

 

Si Mariano Rajoy quiere gobernar y agotar la legislatura, no le quedará más remedio que negociar, persuadir y sobre todo predicar con la humildad. Ése es su talón de Aquiles, su punto más débil; y no tanto de Mariano Rajoy, pero sí de muchos políticos cercanos a él.

 

Muchos murieron de éxito, pero si no cambian se morirán de soberbia, y entonces será muy fácil que el populismo suba al poder.