Los diagnósticos no podían ser más pesimistas: bastaba con recordar la desquiciada imagen de Diego Armando Maradona durante el pasado Mundial, con los ojos desbordados, con ademanes propios de poseído, con reparto de insultos a aficionados y luego atención médica de emergencia, para asumir que no lucía prudente convertirle en director técnico, ya no decir en líder de un colectivo.

¿Maradona, el genio del balón que en Rusia 2018 pisoteó lo que le quedaba de prestigio, contratado por un equipo mexicano de segunda categoría, que en ese momento ocupaba el cuadro más bajo de la tabla?

Los medios de comunicación, lo mismo en México que en buena parte del mundo, negamos todo beneficio de la duda y fuimos clamamos en coro: que eso duraría poco, que al club Dorados le saldría cara esa campaña de mercadotecnia, que lo que se arriesgaba a cambio de notoriedad, que su imagen quedaría regada así como el plantel tendía a quedar aventado.

¿Cuánto duraría? ¿Dos semanas? ¿Tres? ¿Alguna pluma positiva pensaba que llegaría a final de campeonato? ¿Con quién se pelearía? ¿En qué locuras incurriría?

Pronto, sí, discutió con algún árbitro, y cada que habla (o, siendo sinceros, cada que se le entiende lo que desea expresar) reparte golpes con la verticalidad que siempre le caracterizó –quien no se recató para verter opiniones a los 18 años, menos lo hará cuando se acerca a su sexta década de vida.

Sin embargo, mentiríamos si dijéramos que ese ha sido el eje central de su gestión: en esta historia, lo principal han sido las victorias. 9 en 14 partidos, si contamos la liguilla, en el mejor relevo que se haya visto en muchísimo tiempo en el futbol mexicano. El cuadro condenado a asomarse al precipicio de tercera categoría, en escasos dos meses ya se asoma a la primera.

Quién dirige y cómo. Cuánto mandan sus asistentes Luis Alberto Islas y Mario García. Qué porcentaje resulta motivación y cuánto es atribuible a conducción táctica. Preguntas que pertenecen a otro análisis. Lo irrebatible hoy es que, contra toda previsión, incluso contra el sentido común, Dorados acertó trayéndose a ese hombre que tanta lucidez mostró en la cancha como falta de ella al salir del césped (decía Jorge Valdano: “le preguntan a Diego de todos los temas, como si pensara con la zurda”).

Dorados ha eliminado a los dos primeros del torneo y ahora disputará la final contra el San Luis. Lo hará en modo carnaval: bailando, abrazando a ese entrenador que más parece un santo al que se canta y besa, henchido de fe. Sin duda, eso último, es el gran aporte de Maradona a su equipo (sea mucho o poco lo que le reste de sapiencia): haber conminado a sus pupilos a creer.

Twitter/albertolati

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