“El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance”, escribe Isabel Allende en su libro Mi país inventado. ¿Exilio? ¿Migración? Diez mil hondureños entraron por nuestra frontera sur forzando las barreras y, sin cubrir con la documentación que les daría asilo (derecho constitucional), irrumpieron cual invasión, poniendo en peligro la vida, incluso, de cientos de niñas y niños en riesgo de muerte por deshidratación y diarreas atravesando nuestro país. La historia contada en el inicio fue que huían de la violencia y pobreza. Ahora se sabe que camiones llegaron a los pueblos repartiendo dinero a quienes se subieran para la formación de esta caravana.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 14, establece que: “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él en cualquier país”.

El exilio, la institución jurídica más antigua (creada en Mesopotamia), se ha convertido, a partir del siglo XVIII, en un tema político que enfrenta al país de asilo con el país que expulsó. El asilo es una protección que se le da a un exiliado, el cual pasa por problemas graves que afectan toda su actividad: relaciones familiares, políticas, sociales, culturales y laborales. Esta vocación de apertura que siempre ha tenido México ha permitido un cruce de culturas y razas.

Desde el siglo XX, artistas, políticos, científicos, religiosos, activistas, grupos étnicos, ex combatientes e incluso un monarca derrocado han encontrado abrigo en México, gracias a la tradición ininterrumpida de asilo político y humanitario. La figura jurídica del asilo en nuestro país es sólida; destaca la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), a partir de las convenciones en la materia de La Habana (1928), Montevideo (1933) y Caracas (1954). De las dos primeras puede apuntarse que sentaron las bases legales en las que el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas se apoyaría para recibir, en 1937, a una de las oleadas más importantes de refugiados en la historia de México, los republicanos españoles: muchos intelectuales y académicos de vanguardia que perdieron la Guerra Civil frente al franquismo.

Personas en lo individual como León Trotski, Luis Buñuel, Max Aub, Leonora Carrington; y grupos, como los procedentes del antiguo Imperio Ruso, los judíos europeos, los estadounidenses y los guatemaltecos fueron llegando; después de 1970, las puertas se abrieron para decenas de miles de argentinos, chilenos, uruguayos, bolivianos, brasileños, peruanos y colombianos, víctimas de la represión y de los frecuentes golpes de Estado en sus respectivos países. La situación se repitió en los 80 por los conflictos bélicos centroamericanos con los cien mil indígenas guatemaltecos que se asentaron en Chiapas y los salvadoreños que lo hicieron en la Ciudad de México.

Recordamos cuando México sorprendió al mundo al recibir, en calidad de turista, al derrocado monarca Mohammad Reza Pahleví, sha de Irán. Situaciones que ponen de manifiesto cómo las personas y los movimientos migratorios se enfrentan a las políticas de los Gobiernos que, si bien están a favor del libre tránsito de mercancías, suelen imponer una serie de restricciones al libre tránsito de las personas. Es por ello que en el mundo actual las demandas de protección no sólo se han multiplicado, sino que también se han diversificado en sus causas y en sus alcances.

Tata Lázaro hizo historia en la Sociedad de Naciones cuando fue el único en elevar a protesta internacional la ocupación de Austria por parte de las tropas nazis; esto es no sólo asiló a los judíos que llegaron huyendo del terror de la guerra, sino que los defendió por las vías diplomáticas.

Las personas y los grupos migratorios que ya se integraron a nuestro país nos han mostrado el amor a la vida, la fuerza de un sueño; y para quienes ya tienen más de una generación: el amor a la tierra que ya es propia. Pero hoy en día, esta caravana migrante nos pone de manifiesto intereses políticos que son capaces de utilizar la estrategia de invasión disfrazada de migración, aprovechando la pobreza y pérdida de dignidad. Se hace patente la fragilidad de nuestras instituciones.

¿A quién se estará poniendo a prueba: al grupo migratorio, al país que atraviesan, al país destino o a grupos de poder? Miles de soldados norteamericanos ya aguardan en la frontera, mientras la caravana se agrupa del lado mexicano. Una migración simulada sale cara, y los mexicanos la estamos pagando. En política se vale ser genuino, pero jamás ingenuo.