Puede tratarse de una manifestación sin trascendencia o el principio de un dolor de muelas para la próxima administración.

Pero no debe pasar desapercibido que organizaciones de indígenas mayas y pobladores de Tecámac reclamen su derecho a ser escuchados antes de que inicien las construcciones del Tren Maya o del aeropuerto de Santa Lucía.

El hecho de que las comunidades mayas no hayan marchado -aún- con machete en mano no los hace menos sujetos de derechos que los habitantes de Atenco.

Nadie del próximo Gobierno se ha acercado a ellos para negociar o siquiera para explicarles los supuestos beneficios del tren peninsular, y por ello reclaman su derecho a ser escuchados.

Quizá la protesta llegó tarde.

El fin de semana próximo se realizará la consulta cuyo resultado ya conocemos desde julio pasado cuando se anunció el proyecto y que pese a sus evidentes sesgos, López Obrador afirma que no se trata de un fraude, sino de una “revalidación’’… de una decisión que ya tomó él.

Salvo lo que queda del EZLN, ninguna organización de pueblos nativos se había pronunciado en contra del proyecto, hasta que estas comunidades mayas decidieron hacerlo.

No faltará quien piense que se trata de una manifestación “organizada por los enemigos del proyecto, los conservadores con máscaras de liberales’’ que lo único que buscan es negociar, como lo hicieron los macheteros de Atenco.

Podría ser.

Pero, precisamente para despejar esas sospechas, el próximo Gobierno debería tener ya a un mediador –que no sea Jiménez Espriú, claro- o a un funcionario explicando y tratando de negociar con esas comunidades.

Porque el proyecto del tren peninsular, de mil 500 kilómetros, cuenta con el derecho de vía de 800 kilómetros, pero los otros 700 los tiene que negociar con los pobladores.

O qué, ¿ésa no es democracia participativa?
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Bien guardadita se tenía Héctor Serrano su renuncia al PRD, partido al que debe lo que es.

Ni siquiera su amigo Miguel Ángel Mancera sabía que el ex secretario de Movilidad de la CDMX dejaría al partido del sol azteca.

Serrano se despidió con una carta en la que agradeció a varios de sus compañeros el tiempo compartido de militancia, pero se le olvidó agradecerle a Mancera que lo hizo, primero, secretario de Gobierno y luego de Movilidad.

De lo que están seguros los manceristas y perredistas es que Serrano ya está arriba del columpio para agarrar impulso y en cuestión de algunos meses –quizá semanas- lo veamos engordar las filas de Morena.

Se valen apuestas.
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En Comisiones, los diputados aprobaron la iniciativa para eliminar el fuero desde el Presidente de la República, pasando por magistrados de la Corte y electorales, los consejeros del INE, diputados y senadores, entre otros.

El dictamen establece que ninguna de estas figuras públicas podrán ser detenidas “salvo que exista una sentencia condenatoria en su contra’’.

Es decir, que en tanto dure el juicio –meses o años, dependiendo de la acusación-, el funcionario podrá seguir desempeñando su trabajo hasta que haya una sentencia en su contra.

Puede que la modificación constitucional suene muy rimbombante, pero no será hasta que se ponga en práctica si se trató de una reforma reclamada por toda la sociedad mexicana o fue una distracción.