Me invita Philip Morris, la tabacalera, a pasar unos días en Ginebra y Londres. La idea es discutir –con la industria, con representantes de salud pública, con médicos, psiquiatras e investigadores dueños de currículum impresionantes– un tema que ha pasado más tiempo del debido en el tintero: el modo en que introducimos nicotina en nuestro organismo, que es, cada día más, una forma de no fumar. ¿Suena paradójico? No lo es. El consumo del cigarrito de toda la vida, ése que prendemos con un cerillo, decrece. Hay una conciencia, por el contrario, creciente de los males que provoca, males que tienen una relación directa con quemar el tabaco, es decir, con el humo, que, de la leña con que cocinamos a la nube que deja el microbús, siempre es nocivo. ¿Hay entonces formas de consumir nicotina sin sufrir esas cuotas de daño? Todo apunta a que sí. Del cigarro electrónico al tabaco calentado, hay muchas opciones para disfrutar de tus vicios sin pagar un precio tan alto.

No es mi caso. Dejé de fumar hace casi 20 años, y la nicotina no es parte de mi vida: uno no puede tener todos los vicios. Pero estoy rodeado de fumadores que agradecerían disponer de estas opciones sin visitar al dealer. Y es que en México –a diferencia de la Unión Europea, particularmente del Reino Unido, o los Estados Unidos, donde son perfectamente legales, entre otras cosas porque se les ve como una vía de salida para los fumadores de vieja escuela– estos dispositivos no están ni regulados. ¿Qué pasa? Que las leyes son viejas: fueron concebidas para el cigarrito de toda la vida y solemos temerle a lo nuevo. Tenemos, pues, una discusión pendiente y una discusión que es imperativo enfrentar, por principio de cuentas porque el costo de las enfermedades de los fumadores, en términos de salud pública, es enorme.

Aunque hay otras razones. Celebré en una entrega anterior la iniciativa morenista de despenalizar, por fin, la mariguana. A fin de cuentas, más allá de tecnicismos y costos públicos, de lo que hablamos es de respetar las decisiones sobre tu cuerpo, en tanto respetes al de al lado, como propias de un ciudadano formado y consciente. Hablamos de libertades. En fin: legalícenla. La nicotina, quiero decir.