Acaso, así como vuelven las ideologías extremas y las paranoias a lo que luce distinto, también han retornado los afanes de colgar una identidad nacional de la supremacía en un deporte…, pero no de cualquier deporte: de ese que, al menos desde un siglo atrás, ha sido visto como la constatación máxima de que el país en cuestión y su sistema, su ideología, su aparato político, son superiores. Me refiero al ajedrez.

Cuando en 2016 Donald Trump buscaba la presidencia, quiso ejemplificar la decadencia estadounidense y la decrepitud del sueño americano, clamando que no existían Grandes Maestro de ajedrez de su nacionalidad. Más allá de que ese dato fue falso (en ese instante, había no menos de 90 Grandes Maestros entre ese pueblo al que rogaba el voto), a partir de ahí comenzó la relación de Trump con Fabiano Caruana, el más prometedor ajedrecista que Estados Unidos haya tenido en muchísimo tiempo.

De a poco, Rex Sinquefield, magnate afín a Trump, se fue involucrando con mayor fuerza en la carrera de Caruana, poniendo muchísimos millones de dólares a disposición de su desarrollo y preparación. Con tanto éxito, que por estos días el italoamericano Caruana está cerca de devolver a EUA un título mundial que se le resiste desde los tiempos de Bobby Fisher –ese, cuya confrontación con el soviético Boris Spasski en 1972, fue en muchos sentidos el cénit de la Guerra Fría; a propósito, es muy recomendable el libro “Bobby se fue a la guerra”

Todo ha tornado más complejo, dado que en plena disputa de la final ante el noruego Magnus Carlsen (favorito y campeón defensor), el círculo cercano a Sinquefield subió a internet un video que revelaba claves medulares de la estrategia de Caruana. Podemos asegurar que en ningún otro deporte el espionaje y la filtración resultan tan determinantes, como en el ajedrez: casi una condena y segura derrota. Tamaña imprudencia ha hecho que varios se cuestionen sobre la naturaleza de la información expuesta: ¿no se habrá tratado más bien de un mecanismo para confundir a su rival, para orillarle a cierto tipo de jugadas cuando Caruana actuará en otro sentido, para desestabilizarle?

Difícil interpretarlo, en un episodio que remite al narrado en la novela “El tango de la guardia vieja”, cuando la libreta de un ajedrecista que lucha por la corona mundial, es robada. Eso en la espléndida ficción de Arturo Pérez-Reverte, aunque es fácil asumir que, con tanta política inmiscuida, en la realidad también ha acontecido con recurrencia y desde épocas remotas.

Ahí van por el trono, Magnus el que no sabe si sabe lo que debe saber o lo que el enemigo quiso que supiera, y Fabiano el que sabe si es verdad o mentira lo que de él su rival sabe: en resumen, el ajedrez vuelve a parecer digno de los servicios de inteligencia.

Twitter/albertolati

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