Tzuara de Luna Pero de todas las tradiciones, la más esperada es la de Santo Domingo de Guzmán, relata Mario Campo, quien ha vivido toda su vida en Tepoztlán  

Desde la casa más antigua hasta la más moderna, ya sea en la Avenida Del Tepozteco (la principal y más transitada) como hasta el rincón de una iglesia, se percibió el entusiasmo con el que los habitantes de Tepoztlán, Morelos, recibieron el Día de Muertos.

El clima cálido y húmedo del Pueblo Mágico, ubicado a 80 kilómetros de la Ciudad de México, se conjugó con el color naranja de la flor de cempasúchil, el olor a pan de muerto y las calaveritas de papel china en las esquinas; las costumbres cumplidas de manera rigurosa dieron a Tepoztlán el ambiente idóneo para una celebración íntima entre los residentes del lugar y los cientos de turistas que a diario visitan la localidad.

Las preparaciones para recibir a los difuntos comenzaron dos semanas antes, pero este 1 de noviembre era el día esperado por todos: niños, adolescentes, adultos y ancianos salieron de sus moradas para presenciar las caravanas realizadas por las escuelas de nivel básico de la localidad; los alumnos, vestidos de catrines y catrinas caminaron al ritmo de las bandas de guerra, representando el recorrido que hacen las almas para retornar a su hogar según la tradición mexicana.

Los altares para los que ya partieron se montaron con vajillas y jarros de barro, veladoras, panes de muerto de diferentes tamaños y rellenos, frutas, guisados como mole rojo y verde, pollo en salsa, tamales colocados en un chiquihuite y alimentos y bebidas que le gustaban a los difuntos; todo ello precedido por un camino de pétalos de cempasúchil en la entrada de la mayoría de las casas.

Ignacio Zaragoza, 22 de Febrero y 5 de Mayo, son algunas de las calles con más negocios del Pueblo Mágico, vialidades emblemáticas embellecidas por las ofrendas de los locatarios. Las iglesias más importantes también participaron en la celebración, colocando una ofrenda en cada uno de los ocho barrios.

Pero de todas las tradiciones, la más esperada es la de Santo Domingo de Guzmán, relata Mario Campo, quien ha vivido toda su vida en Tepoztlán.

Pedir “calaverita” en el poblado, que alberga la Pirámide del Tepozteco, es algo diferente al resto del país, pues fuera de las casas y establecimientos, los habitantes prendieron pequeñas fogatas para indicar a lo niños que ahí se les darían dulces, fruta o guisados; en el caso de los adultos que los acompañan, los regalos fueron comida o mezcal.

Repitiendo la frase “una limosna para mí calaverita” son recorridas las calles por infantes deambulando con su chilacayota, fruto cultivado en la región para ser tallado con un figura: este elemento se encarga de sustituir a la icónica calabaza naranja del hallowen. De hecho, el único requisito para recibir calaverita en Día de Muertos es no estar disfrazado, o en su defecto, está permitido representar a un catrín o a un catrina por ser un figura totalmente mexicana.

La celebración de Día de Muertos en Tepoztlán fue presenciada por los turistas con respeto y apreciación, debido a que en todo momento la celebración busca establecer una conexión y recordar a los que ya no están.

Un fin de semana cualquiera, Tepoztlan recibe entre dos y tres mil turistas; según Aníbal Medina, guía local, en fechas importantes dl pueblo recibe de 10 a 12 mil asistentes, los cuales suelen visitar las ofrendas, hacer su chilacayota, visitar el Ex-convento de la Natividad y conocer más acerca de las costumbres y tradiciones de la zona.

LEG