Es innegable la importancia que tiene el Sistema Cutzamala para el abastecimiento a la Ciudad de México. Aunque “sólo” proporciona 30% del agua que se distribuye, su influencia alcanza a 45% de la población, ya que hay colonias donde el caudal de pozos se complementa con el agua del Cutzamala para poder dar el servicio.

La afectación es amplia: 480 colonias en 13 alcaldías. Se trata de casi cuatro millones de personas que se quedarán sin servicio por unos trabajos -necesarios- que se tomarán 72 horas, pero cuyo impacto va mucho más allá, dado el tiempo requerido para estabilizar la red y normalizar el servicio.

Esta suspensión del 100% del abasto del acueducto por 72 horas no es la mayor en la historia, pero tampoco es de cada año. La verdad es que nuestra ciudad ya ha tenido que enfrentar situaciones similares en los años 2013 y 2016, las cuales logramos superar sin mayores contratiempos, claro, tomando los ciudadanos medidas de almacenamiento y cuidado extremo del agua, tal como se ha propuesto en esta nueva ocasión.

En los casos anteriores, el aviso de los cortes de agua se ha realizado con cuatro y máximo cinco días de anticipación; en esta ocasión, por diversas circunstancias, se tomó la decisión de avisarlo con más de un mes, lo que ha permitido que toda la ciudadanía tome conocimiento y se puedan implementar medidas preventivas.

El ejercicio ha resultado interesante, y representa toda una lección en materia de lo que significa el agua en nuestra vida cotidiana y del impacto que se tendría en caso de que ésta nos faltase: no podría haber clases en escuelas, la gente tampoco podría ir a laborar, las condiciones de higiene en las casas representarían un factor grave de salud pública, etcétera.

Por lo tanto, no resulta extraño que la población realice una compra masiva de depósitos; que -a pesar del operativo de atención prioritaria con pipas y tinacos ofrecido por el Gobierno de la ciudad- las autoridades educativas hayan decidido suspender escuelas, primero primarias y hasta llegar a universidades; que algunas oficinas hayan decidido ampliar el puente de muertos a partir del día 1 de noviembre y que algunos negocios como lavanderías y restaurantes hayan decidido cerrar hasta que se normalice el servicio.

Vienen días importantes donde el extremar las medidas de cuidado del agua es básico para poder lograr que los almacenamientos que hicimos en casa nos rinda para los seis o siete días que podríamos quedarnos sin servicio. Aunque el programa de atención con 13 puestos de mando (uno por cada alcaldía), más de mil 200 pipas, 170 enormes tinacos y la implementación de 90 puntos de carga es el mayor realizado en la historia de la urbe, es claro que sin la colaboración ciudadana con el almacenamiento y cuidado del agua no será posible enfrentar exitosamente este reto.

El cuidado extremo del agua que tendremos que hacer por obligación y conveniencia propia nos va a permitir reflexionar de cómo la malgastamos y que el margen de ahorro es muy amplio con respecto a nuestro consumo normal.

La falta de agua por supuesto que altera totalmente la vida de una ciudad, y la experiencia de estos días nos debe invitar a ciudadanos y autoridades a valorar un recurso limitado y escaso, así como tomar conciencia de la necesidad de implementar todo lo necesario para que no nos falte en el futuro. Darle al agua un renglón como la, casi, principal prioridad sería nuestra mejor lección.