A un lado, entrenadores dominantes, deseosos de que sus dirigidos sigan sus intrincadas indicaciones con precisión y que recurren a la terapia de choque para espabilar al plantel (hablar mal de alguno, señalar los errores de otro, explicar cierta debacle con base en lo que alguien dejó de hacer). Al otro lado, líderes discretos y callados, aferrados a vivir en un segundo plano y a que todo lo que se proyecte de su equipo sea en términos de armonía, incluida su relación con la directiva.

El Real Madrid ha de recordar que todas sus Champions League a color (siete desde 1998) han sido cosechadas con personajes que pertenecen al segundo de esos tipos. Jupp Heynckes, Vicente del Bosque dos veces, Carlo Ancelotti, Zinedine Zidane en tres ocasiones, tienen en común ese perfil, por mucho que ya después se diferencien en multitud de facetas.

Cada que el Madrid apeló a individuos autoritarios, quisquillosos en la aplicación de su estrategia y con trato más ríspido, logró conquistar otros trofeos, aunque no el más importante que es el europeo. Pongamos por ejemplo a Fabio Capello y José Mourinho, sin que eso suponga desdeñar sus respectivas trayectorias y asumiendo que el italiano ganó la liga en sus dos etapas y el portugués logró arrebatar ese título al mismísimo Barça de Guardiola.

Así que un péndulo rebota entre esos dos enfoques. Es la decisión que Florentino Pérez habrá de tomar cuando parece inevitable el despido de Julen Lopetegui. ¿Regresar, por ejemplo, a la esdrújula disrupción de Mourinho o aferrarse a alguien que rebaje la tensión con su simple sonrisa, estilo Zidane? Puesto a ello, sabe que Mou tiende a liberarse pronto del Manchester United, donde trabaja en medio de un evidente divorcio; sabe, además, que otro Zidane no encontrará, aunque quizá algo parecido.

Entonces surge su problema, convencido de que esa pandilla de jóvenes millonarios requiere de un líder que los ponga en su lugar…, sin que eso en épocas contemporáneas haya dado resultado.

Mourinho se fue del Bernabéu dejando detrás incendios sobre incendios: con las figuras más icónicas del plantel, con directivos como Valdano, con los árbitros, con el medio futbolístico español en general. Si regresara no será por mala memoria de Florentino, sino por pensar que hace falta alguien que convierta la vida en trinchera y cada jornada en guerra. ¿Con cuál finalidad? Supongo que la de ganar, pero según la historia reciente, eso no sería lo más factible.

Twitter/albertolati

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