Se veía venir esta pregunta entre aquellos seguidores que cierran los ojos y repiten el mantra del Gobierno que viene: “¿De qué nos ha servido tener de buenas a las firmas calificadoras si la gente vive con miedo en las calles y hace cuatro horas en el camión para llegar a su trabajo?”.

No es una broma; éste es un argumento que usan los defensores de ese discurso que empieza a bordar en lo absurdo para descalificar a cualquiera que esté en contra de las medidas cada vez más irracionales que empieza a tomar un Gobierno que todavía no toma el poder.

Hay que tener claro que si el peso tiene la peor racha frente al dólar en cuatro meses y se acerca a los 20 pesos en las operaciones al menudeo es por cuestiones meramente internas. Siempre estará China o Donald Trump para echarles la culpa, pero la incertidumbre respecto a las medidas que pueda adoptar el próximo Gobierno empiezan a pesar.

Por alguna razón incomprensible para la mayoría, el gobierno electo de Andrés Manuel López Obrador decidió ponerse una enorme piedra en el camino con aquello de someter a consulta la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México.

Cuando tenía el tema resuelto, sólo para llegar a depurar de cualquier acto de corrupción, decidió abrir la jaula de las hienas de los grupos radicales de Atenco y de los tigres de los mercados financieros.

Este enredo va a dejar heridas a su gobierno de uno o de otro lado; esto ya es inevitable.

Y ahora que las firmas calificadoras hacen su trabajo y advierten los peligros financieros que se ciernen sobre la economía mexicana, salen el propio Presidente electo, sus funcionarios y sus comentaristas a denostar a estas firmas.

El propio Presidente electo les reclama a las firmas calificadoras haber avalado la reforma energética que a su entender fue fallida. Su futura secretaria de Energía, Rocío Nahle, dice que es absurdo poner en perspectiva negativa la nota crediticia de Pemex, como lo hizo Fitch Ratings.

Y en la radio, verídico, se escuchó a un defensor de la cuarta transformación decir que de qué sirve tener contentas a las calificadoras, si alguien hace cuatro horas a su trabajo en el transporte público.

Entre los seguidores del próximo Gobierno puede haber fe ciega, pero en los mercados, entre las firmas calificadoras, hay oídos sordos al discurso político y atención total en las acciones.

Si Fitch advierte sobre una futura revisión negativa de las notas de deuda de la empresa petrolera, no es por ser parte de un complot, por hacerlo personal contra la cuarta transformación, es porque los planes expuestos para Pemex no cuadran con la sustentabilidad financiera de una entidad que ya sufre un deterioro importante en sus finanzas.

Y que le quede claro al próximo Gobierno que si Pemex o la deuda mexicana sufre un deterioro en su calificación, será la antesala de muchos dolores de cabeza financieros para el país.