La fórmula qatarí se replica: si el París Saint Germain ha servido como herramienta de poder suave (soft power) al emir de Qatar y el Manchester City desempeña similar rol al pertenecer al Estado de Abu Dabi, el siguiente podría ser el club de futbol mejor valorado según Forbes, el Manchester United.

Tras el rumor que apuntaba a que la familia estadounidense de los Glazer, vendería al equipo al príncipe heredero de Arabia Saudita, han pasado dos días sin respuesta oficial desde Old Trafford. Especulación que crece cuando el reino saudí se encuentra en el centro de un enredo político, por la desaparición del periodista James Khashoggi luego de un interrogatorio.

Se plantea que la franquicia de los Red Devils vale al menos 3 mil millones de dólares y que el príncipe Mohammed bin Salman utilizaría 4 mil millones para convencer a los Glazer. ¿Qué sucedería? Que uno de los escudos con mayor cantidad de seguidores, que una de las marcas más idolatradas y respetadas, que uno de los símbolos del futbol mundial, se aliaría a uno de los gobiernos con peor reputación en materia de Derechos Humanos.

Algo parecido ha sucedido con PSG y City, aunque con la diferencia de haber sido dos entidades adquiridas por capital del Golfo Pérsico cuando estaban endeudadas y disminuidas. Caso opuesto, hoy el United padece para alcanzar las alturas de la era Ferguson, pero se mantiene con un indiscutible poderío económico y mediático.

No parece casual que este martes se hayan enfrentado Argentina y Brasil en la propia Arabia Saudita, algo motivado por la diplomacia futbolera que promueve el heredero al trono. Bajo esa motivación ya pagó 5 millones de euros por llevar a nueve promesas sauditas a equipos españoles y en plena eliminatoria mundialista compró buena parte del boletaje para regalar los boletos.

Bin Salman desea asomar a su país hacia Occidente y no duda que el futbol es su mejor forma para efectuarlo. Al tiempo, Arabia Saudita continúa siendo un sitio de paradojas: por un lado, las mujeres pudieron acceder por primera vez a un estadio de futbol; por otro, un jugador recibió cargos legales por hacer un baile occidental en la cancha y su selección no respetó un minuto de silencio en luto por los atentados terroristas en Londres.

Cuando las nueve promesas sauditas fueron integradas a la liga española, escribíamos aquí que 5 millones comparados con los 222 que gastó Qatar en Neymar, no eran nada y tenían la misma meta: maquillaje internacional, un cambio en la percepción de su gobierno. Decíamos, además, que el príncipe recién comenzaba su campaña de soft power basado en futbol.

Lo del United, con el que ya tiene profundos vínculos desde un año atrás, sería su obra cumbre.

Twitter/albertolati

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