Por Ana Luisa Ochoa

Hace dos años, Natalia, de 14 años, jugaba con una muñeca; hoy juega con dos: Daniel, su hijo de un año nueve meses, y Jorge de cuatro meses, frutos de su matrimonio con Daniel, de 18.

Natalia, quien recién empezaba la secundaria, la tuvo que abandonar pues sus padres decidieron “salvar su honra” casándola con un adolescente de 16, que acababa de terminar la secundaria, y quien desde entonces trabaja como albañil para mantener a su familia, con la que vive en casa de sus padres, y donde Natalia ayuda a su mamá en las labores del hogar.

Este es un ejemplo de los casi siete millones de mujeres, de entre 12 y 17 años de edad, que han contraído matrimonio en México, que han frenando su proyecto de vida y han puesto en riesgo su integridad física, pues está comprobado que el matrimonio infantil también puede acarrear trabajos forzados, esclavitud, prostitución, violencia contra las mujeres, y pone en peligro su salud física y mental.

La diputada Verónica Juárez Piña (PRD) impulsa reformas a la Constitución para prohibir, sin excepción alguna, el matrimonio entre personas menores de 18 años de edad, y que el Estado prevenga el embarazo adolescente, la sexta causa de muertes en el país en este segmento.
El matrimonio infantil es una violación de todos los derechos de las niñas y de los niños, y los obliga a asumir responsabilidades para las cuales no están ni física ni psicológicamente preparadas.

Save the Children denuncia que en el mundo, cada año millones de niñas son forzadas a casarse y, por tanto, renuncian a su derecho a la educación, a la atención sanitaria y a su bienestar y desarrollo físico y emocional. Dejan su infancia y dejan de ser niñas. Para finales de esta década se calcula que 142 millones de niñas habrán sido obligadas a casarse.

De esto solo me queda algo, si queremos mujeres libres, tenemos que proteger a nuestras niñas.