Tres viejas normas de la selección alemana fueron retomadas como ideario por Joaquim Löw al llegar a ese banquillo en 2006: no siempre elegir a los mejores jugadores, buscar a quienes harán mejor al equipo y mostrar lealtad total hacia aquellos en los que se confía.
Tres premisas inventadas por quien, hasta este sábado, ostentó por más de medio siglo el récord de partidos dirigidos con ese representativo: Sepp Herberger.

Azotado por las aguas más turbulentas desde que llegó al cargo (la eliminación en primera ronda de Rusia 2018; la goleada a manos del acérrimo rival, Holanda; el riesgo de descenso en la Liga de las Naciones), Löw se ha convertido en el entrenador que más veces comandó a la Mannschaft.

Un camino tan exitoso que en sus primeros cinco certámenes dirigidos (2008-2016), accedió como mínimo a semifinales, con un título mundial y un subcampeonato europeo. Como sea, a Löw se le debe juzgar también por cómo regeneró el juego alemán, la manera de integrar a las minorías que hoy combinan una población tan heterogénea, el trabajo en producción y detección de talentos gracias al plan a mayor escala que se haya visto en país alguno.

Las tres premisas de Herberger son evidentes en su gestión; por ejemplo, al notar la desmedida confianza que entregó a Manuel Neuer tras tantos meses lesionado; lo mismo, al desechar a Leroy Sané a poco de Rusia 2018, pese a ser una de las mayores promesas ofensivas del mundo –lo que pudo recordarnos al orillamiento de Michael Ballack cuando quiso retornar en 2010).

Más allá de esos preceptos, Herberger fue célebre por sus frases, algunas retomadas por el filme bandera de la reunificación, “Corre Lola corre” (“La bola es redonda, el juego dura 90 minutos y todo lo demás es teoría” o “Después del juego es antes del juego”). También, por su rol durante la Segunda Guerra Mundial, inventándose convocatorias en medio de bombardeos e invasiones, con la finalidad de prevenir a sus jugadores de ser mandados al frente, salvando la vida a varios. Antes de eso, se había afiliado al partido nazi en 1933, cuando había alternativa para no hacerlo, lo que ha dado pie en Alemania a debates que no terminan sobre este personaje.

El clímax de Herberger fue el llamado Milagro de Berna, esa sorpresiva final ganada a Hungría en 1954, que supone el cierre moral de la post-guerra, el despertar germano tras el fondo tocado con el nazismo. Luego de alzar esa copa ya todo fue a menos, hasta que dejó el puesto en 1964.
Incluso eso hoy se vuelve en contra de Löw, urgido de mostrar que, a diferencia de lo acontecido a ese hombre al que ya superó en duelos dirigidos, hay lugar para éxito después de la gloria.
Twitter/albertolati

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