La boda de César Yáñez con una empresaria poblana determinada a manifestar su nuevo estatus de mujer en el poder coloca al futuro responsable de política y Gobierno ante un excelente desafío que se traslada a todo lo largo y ancho de Morena.

Es una coyuntura sin igual para valorar la sensibilidad postelectoral del Presidente electo, mientras se revisan salarios, estabilidad en el Gobierno y terminación de prestaciones al conjunto de la estructura del Gobierno.

Es una magnífica ventana de oportunidad para evaluar la capacidad de López Obrador de instruir a su equipo acerca del tratamiento que debe darse a la crisis autoimpuesta al capital político acumulado por quienes comparten la visión general de una cuarta transformación que no ha comenzado formalmente, y ya vivió su primera gran polémica.

Todavía no sabemos si ¡Hola! pagó por la cobertura de la boda entre Yáñez y Dulce María Silva, como normalmente lo hace en tales eventos, o si el acceso consentido y privilegiado a esa plataforma de promoción de origen franquista fue gratuito.

La cuarta transformación sufre un autogol que pega en el centro de la retórica y el accionar político de Andrés Manuel López Obrador, independientemente de que no involucre aún a funcionarios públicos, no se haya gastado dinero del erario o se trate de aspectos de la vida privada.

En el punto 30 de los propuestos por AMLO a favor de la austeridad se indica textualmente que “los funcionarios de Hacienda, Comunicaciones, de Energía y de otras dependencias no podrán convivir en fiestas, comidas, juegos deportivos o viajar con contratistas, grandes contribuyentes, proveedores o inversionistas vinculados a la función pública”.

Es ésta una clara recomendación indicada para una etapa que ya inició con la transición y que formalmente comienza en diciembre. No aplicaría al episodio de la boda, pero podría poner en duda la autoridad con la cual se exigirá su vigencia.

El PRI, el PAN y sus respectivos candidatos son permanentes estándares inversos de corrupción e hipocresía. AMLO requiere contener las tentaciones y presiones de grupos internos y sus respectivos familiares políticos y consanguíneos deseosos de refuncionalizar formas y actitudes de una clase política decadente a la que se cuestionó y venció… electoralmente.

Ha pasado más de una semana, y el escándalo sigue vivo. No es uno de esos deslices aprovechados por los “antichairos”; por el contrario: es un episodio que se ha ganado el contraste de los más fieles promotores morenistas. Destaca entre ellos el Fisgón, futuro director del Instituto de Formación de cuadros de Morena, quien llamó “dislate” a la publicación de la boda en ¡Hola!, reconoció que no eran exageradas las críticas a su amigo Yáñez y lamentó la magnitud de la frivolidad exhibida.

Del PRI o del PAN no hay nada que esperar. De Morena, la expectativa es altísima: se espera un mundo de decisiones positivas o vendrá la crítica justificada e indispensable.

@guerrerochipres