Luego veríamos estadísticas imponentes, aunque de ninguna forma suficientes para calificar un desempeño: si el elevadísimo porcentaje de pases acertados, si la contribución defensiva, si la conducción del balón, si el armado en ataque, si los kilómetros recorridos, si las zonas de influencia.

Para entender lo que Luka Modric había significado en esa semifinal en el estadio Luzhniki de Moscú, me temo que ni siquiera hubiera bastado contemplarlo a detalle por televisión. Esa noche, junto con decenas de miles de personas en las gradas (la mayoría de ellas, inglesas, rivales de Croacia) tuve el privilegio de dimensionar en persona lo que es capaz de hacer ese chaparrito rubio con el dorsal diez.

Ya antes lo había observado en el Bernabéu y en finales de Champions del Madrid, aunque su luminosidad ahí era distinta; por la cantidad de estrellas que posee el cuadro merengue, por el rol distinto que cumple tanto futbolística como moralmente con uno u otro equipo, por lo que cada colectivo exige de él, por lo que sea.

En algún momento subí a twitter un comentario no exento de polémico y, mucho menos, de atrevimiento: que se me perdonase la herejía, pero alguien tan flaco e inteligente, con un control tan total de sus compañeros como de cada faceta del juego, empezaba a remitirme a Johan Cruyff.

Está su técnica para siempre girar y conservar la pelota, la velocidad para dar rotación al juego, la clarividencia para enviar a donde luce imposible, el toque de balón, la capacidad portentosa de drible, la intuición al retroceder y al atacar, el disparo de media y larga distancia, la resistencia de fondista…, aunque además, algo que ese día pude ver y que, haciendo memoria, en Brasil 2014, mientras Croacia naufragaba en Recife a manos de México, no vi: su constante indicar, orientar, imponer, mandar, hablar.

Un liderazgo basado en el ejemplo, cuando Luka decía aprieten, era porque él antes ya había apretado, corrido, sudado.

Traigo eso a colación de cara a la visita del Madrid de este martes al mismo Luzhniki para enfrentarse al CSKA: Modric volviendo al escenario al que entró como estrella de la actualidad y del que salió como estrella histórica.

Ya después han caído los premios a mejor jugador de la pasada Champions y el The Best de la FIFA, metiéndose en una senda acaparada por una década por el binomio Messi-Cristiano.

Lo único malo del instante en que el genio de Zadar salió de la cancha, cuando Croacia ya se había adelantado en los tiempos extra y olía su primera final mundialista, es que pudimos pensar: qué difícil volverlo a ver así, tan pleno y perfecto, tan radiante.

Tras un partido tan total, parece inevitable que ya todo quede por debajo… O, conociéndolo, quizá no. Ojalá.
Hoy, de nuevo, Modric en Luzhniki.

Twitter/albertolati

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