Acabo de terminar mi artículo para este gran periódico que es 24 HORAS. Sin embargo, lo he dejado aparcado y prefiero escribir sobre otro tema.

Estoy sentado en el patio interior del Bazar del Sábado. Siempre que vengo a México me gusta pasear con mi mujer por este lugar donde me encuentro con México; porque esto es México más allá del mariachi y el taco, el tequila y el sol.

He caminado estas calles empedradas desde que era niño. He tomado muchos cafés viendo cómo cae la lluvia, el agua, la vida. He escuchado muchas veces cómo cantan los violines y retumban los guitarrones. He percibido infinidad de veces, historias de amores y desamores, de aventuras imposibles que salen de las trompetas del mariachi.

Ahora estoy escuchando El cuervo. Lo está entonando el trío Raíz Viva. Se trata de una historia lúdica contada por ese animal. Es un son huasteco que nace en Veracruz, Tabasco y Tamaulipas.

Quiero seguir perdiéndome por las calles empedradas de este mágico bazar que, a pesar de haberlo vivido millones de veces, es como si fuera la primera. Por eso mir, y remiro y vuelvo a mirar las pinturas que están en el centro de la plaza del Bazar del Sábado, con sus paisajes y sus paisanajes formidables como este pueblo que es el mexicano.

También por eso quiero volver a escuchar a este trío y a los organilleros, celosos vigilantes de las esquinas del bazar, guardando todos sus secretos y dejando salir a través de sus notas los pocos que se pueden contar.

Y luego, más arriba, la iglesia de San Jacinto, donde siempre vuelvo para rezarle a la Virgen de Guadalupe por volver a darme la oportunidad de regresar a México. Ahí, en esa pequeña iglesia se casaron los padres de mi mujer y también descansan las cenizas del padre de Pilar, la protagonista de mi novela El olvido de la memoria, una ficción basada en este México tan profundo e infinito como su gente.

Un poco más abajo está el Mercado de las Flores, el cual inspiró tantas canciones de amor, tantas aventuras con encuentros y desencuentros donde sólo había lugar para dos corazones, para un solo amor. Por eso, el Mercado de las Flores forma parte de mi imaginario desde que era un niño con esa policromía en las infinitas variedades de flores que guarda el mercado.

A veces no sabemos valorar lo que tenemos sencillamente porque está ahí, a nuestro alcance, a nuestro lado. Pero desde España, viéndolo en la distancia y con un océano de por medio se puede otear mucho mejor la grandeza de nuestro México.