Han pasado 45 años de la muerte del Presidente chileno Salvador Allende, tras ser asesinado aquel fatídico 11 de septiembre de 1973 a causa del golpe de Estado orquestado por el general Augusto Pinochet -y promovido por el Gobierno de Estados Unidos de Nixon y Kissinger-, quien más tarde instauró una dictadura que duró 17 años y dejó más de tres mil víctimas, así como cientos de exiliados y perseguidos políticos que se opusieron a su Gobierno fascista.

El de Allende fue el primer Gobierno socialista salido de las urnas, decidido por el pueblo, y fue a ellos a quienes dedicó su vida y su lucha, pues creía en los derechos y libertades de mujeres, jóvenes, trabajadores y campesinos, es decir, en un pueblo libre y justo.

La vida y lucha de Salvador Allende han sido referente universal, principalmente porque creía en el socialismo, la democracia, el pluralismo y la libertad. Cada una de sus palabras y acciones estaban encaminadas a la creación de un país justo para todos, principalmente para los más necesitados.

Su muerte, como él mismo lo anticipó, no fue en vano, pues su discurso y su legado viven en los ideales de políticos y ciudadanos, principalmente de América Latina, que buscamos mejorar nuestro país y trabajamos todos los días desde nuestras trincheras para hacer valer los derechos y libertades de todos los ciudadanos.

Tras cuatro décadas y media de su muerte, vale la pena recordar un fragmento de su último discurso difundido en vivo por Radio Magallanes, mientras la fuerza aérea asediaba el Palacio de La Moneda:
“El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
¡Allende vive!