En la ruleta de las noticias efímeras hoy estamos con la atención puesta en temas comerciales, de la transición política, como siempre de la violencia y hasta de asuntos universitarios.

Ya vendrán los días para hablar de huracanes e inundaciones. La próxima semana retomaremos el tema de los sismos y sus consecuencias. Pero la verdad es que hoy entre las miles de historias que nos tienen sin cuidado está el horario de verano.

Ya será en algún momento cercano al domingo 28 de octubre, cuando termina este horario, que habrá por ahí alguna referencia a lo mal que les sienta a algunos el cambio en el reloj y por unos días vendrán las discusiones de los efectos supuestamente dañinos para la salud.

Sin embargo, lo que parece un hecho es que este cambio en el horario que nos ha acompañado durante todo este siglo va a volver a ser tema de discusión durante el próximo Gobierno.

Quizá muchos no lo saben o no lo recuerdan, pero el próximo Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, era un férreo opositor a este cambio.

Está claro que era más por una oposición política que por un planteamiento científico o técnico serio, pero llevó este tema hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

A principios de 2001, el entonces presidente Vicente Fox emitió un decreto presidencial con el que se instauraba el horario de verano en México. El entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador, enarboló la oposición como bandera para su causa.

La Suprema Corte decidió que era competencia del Poder Legislativo regular el horario, y así sucedió. Desde 2002 hay una ley al respecto.

El punto es que, si ya sirvió en algún momento como bandera política, puede volver a funcionar igual ante cualquier frustración popular por la falta de resultados.

Pero, ¿por qué elegir el tema del horario de verano como asunto relevante durante el próximo Gobierno si hoy parece un tema superado?

Porque desde el exterior nos va a llegar el tema, y con fuerza.

La novedad es que en Europa se llevó a cabo una consulta popular entre los habitantes de ese continente. No fue algo anecdótico porque participaron cinco millones de personas, de las cuales 80% está en contra del cambio anual del horario.

La novedad es que allá se enamoraron del horario de verano. Vamos, ahora se quieren quedar con la hora adelante y no regresar nunca más al que podríamos llamar horario original.

Y va a suceder, con tal participación y tan contundente resultado es cuestión de unos pocos años antes de que Europa deje de cambiar sus relojes. Cuando ocurra será tema de discusión mundial.

Es un hecho que Estados Unidos no lo haría; tiene muy claras las ventajas de este cambio. Pero le aseguro que, si esto puede dejar alguna rentabilidad política al Gobierno mexicano, seguro que será un asunto de consulta popular distractora de los temas que puedan frustrar a los electores. Acuérdese de mí.