No, un exabrupto, calentura, arranque contra el juez de silla de Serena Williams no tiene por qué ser calificado con el clásico catálogo de descalificaciones sexistas: olvídense ya en definitiva de cuando el adjetivo “histeria” nació de la palabra “útero”, lo de Serena fue idéntico a lo de cualquier otro deportista, hombre o mujer, frustrado en un partido.

No, tampoco vale esta vez llevar el debate hacia la discriminación, como la propia tenista insinuó en su conferencia de prensa posterior: de tan fastidioso y desquiciante, el árbitro Carlos Ramos ha sido una monserga lo mismo para raquetistas varones…, y, como ejemplo, tres de los más grandes: Rafa Nadal reaccionó ante su protagonismo: “para ver buen tenis debes de dejar que los jugadores respiren un poco”; Andy Murray se indignó porque una expresión al aire, fue tomada como ataque personal por el juez, quien le descontó puntos; Novak Djokovic protestó por su mayor severidad hacia las figuras que respecto a los aspirantes: “me ve a mí y no al otro muchacho”.

Así que podemos continuar considerando a Serena no sólo como la mejor tenista de la historia, sino como un personaje medular en la lucha contra racismo y machismo, al tiempo que admitamos que tuvo un sábado lamentable, primero en juego, luego en actitud.

Otro tema es que resulte absurdo que, a diferencia de la abrumadora mayoría de los deportes, el tenis continúe prohibiendo a los entrenadores el dar recomendaciones a sus dirigidos durante el partido. Sin embargo, es la regla y es para todos. Si la mayoría la rompe, si las señas con indicaciones son comunes, si como escribió en El País Toni Nadal (quien llevó a Rafa a la cima) o como admitió Patrick Mouratoglou (quien actualmente entrena a Serena), es algo habitual, es tema distinto: el juez Carlos Ramos, como ya ha hecho con otros gigantes del circuito, hombres y mujeres, decidió enfocarse en Serena y castigó algo que es ciertamente castigable.

Por buscar paralelos en otras disciplinas, Zinedine Zidane se retiró dando un cabezazo a Marco Materazzi, como en sus inicios Roger Federer rompía raquetas casi a cada torneo malo, como los entrenadores más célebres del béisbol han sido también conocidos por gritar a un centímetro de la nariz del umpire, como Cristiano Ronaldo un año atrás empujó a un árbitro al ser amonestado y Lionel Messi también ha tenido su momento, como Usain Bolt mostró su coraje al ser expulsado de una carrera en pleno Mundial por salir en falso, como un interminable etcétera que nos lleva hasta las odas de Píndaro que describen la explosión de los deportistas ante lo que consideraban injusto en los Juegos de la Antigua Olimpia.

Es válido criticar a Serena; no así, al hacerlo borrar su legado; mucho menos, efectuarlo bajo estereotipos sexistas; absurdo, como que ella dirija su molestia hacia una discusión a donde esta vez no corresponde; no, con el fastidioso Ramos.

Twitter/albertolati

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