Hace seis años, con la llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República, escribí en Vuelta prohibida de Milenio Diario (columna madre de esta Vuelta al centro) que con el regreso del PRI a Los Pinos, el nuevo Presidente debería cumplir con, por lo menos, tres erres durante su mandato.

Una erre por reparación, ya que le tocaba corregir los errores graves de los Gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, especialmente en materia de seguridad pública, ya que el primero quitó recursos y facultades a las instituciones y cuerpos de seguridad que derivaron en el recrudecimiento del crimen y la violencia que comenzaron a manifestarse en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y que hicieron crisis en la llamada Guerra de Calderón, quien políticamente disminuido ante un triunfo electoral cuestionado y obtenido por un pequeño margen utilizó esa estrategia para legitimarse, y cuyo resultado fue una escalada de violencia y muerte nunca antes vista en México.

Y entre otros, el cambio en la política exterior impulsado por el ex canciller Jorge Castañeda Gutman que hizo que México le diera la espalda a su liderazgo en América Latina para prácticamente entregarse a los intereses de los Estados Unidos, lo que derivó en un enfrentamiento con Cuba que exhibió el lacayismo de Vicente Fox y su gobierno y que terminó dejando el campo libre para que Brasil se posicionara como líder de la región latinoamericana.

La otra erre era la restauración, porque sin duda una principal obligación política es trabajar para refrendar seis años después la permanencia de su partido, el PRI en Los Pinos, restaurando por un lado a una desgastada institución presidencial que reptaba entre la estulticia de Fox y la crisis de seguridad de Calderón.

Y la otra erre era de renovación, sin duda por la urgencia de renovar las instituciones públicas de México, precisamente ante una crisis de pobreza, seguridad, institucional y de corrupción.

Al terminar su sexenio, se puede decir que Peña Nieto logró un relevante cambio institucional con las reformas energética, financiera, laboral y educativa, así como en la reinserción de México en la región y su reposicionamiento como potencia turística, pero los grandes fallos de su administración fueron la inseguridad y la corrupción y, sin duda, en llevar a su partido a repetir en la Presidencia en 2018.

Andrés Manuel López Obrador tiene sus erres en la agenda y el refrendo es una de ellas porque muchos de los cambios en la administración pública están encaminados para garantizar que dentro de seis años Morena repita en la Presidencia, con el establecimiento de los delegados federales únicos en los estados y su estructura distrital que seguro impactará en los procesos electorales.

Además, está la erre de la refundación del tipo de Gobierno con el que llegó a la política en los años 70, como el modelo del desarrollo estabilizador o la reconducción de las estructuras corporativas basadas en los subsidios como los que ha propuesto para ancianos, ninis y discapacitados. Ahí está cancelada la erre de renovación.

La erre de reparación está en su plan de austeridad, del cual se aplaude la intención de corregir décadas de burocracia y dispendio de Gobiernos priistas y panistas.

Seguramente los críticos de AMLO agregarán las erres de regresivo, reaccionario, represor o retrógrada, pero la realidad al final se verá a partir del 1 de diciembre cuando tenga en sus manos ya todos los hilos del poder.

Vuelta al golfo

La detención de Luis Alberto Blanco Flores alias el Pelochas, líder de Cártel del Golfo, demostró que los estados sí pueden enfrentar al crimen organizado.

Para su captura fueron fundamentales dos temas: la orden de aprehensión de la Procuraduría de Tamaulipas y la labor de inteligencia del estado.

En la detención del Pelochas fueron fundamentales dos temas: la orden de aprehensión de la Procuraduría y la labor de inteligencia estatal que fueron puestas a disposición de la Federación para conseguir encarcelarlo.