Los problemas en la relación entre México y Estados Unidos, que no se limitan puramente al aspecto comercial, constituyen una variante más a tomar en cuenta en la elección presidencial del primer día de julio.

La difusión de las condiciones en las que viven los niños separados de sus padres, inmigrantes ilegales, en varios puntos del territorio estadounidense, generaron una ola de indignación que obligó al gobierno de Donald Trump a abandonar el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas.

Bien a bien no se conoce cuántos de esos niños enjaulados son mexicanos, aunque, si atendemos a las estadísticas, deben ser mayoría.

El asunto no se resolverá con la nota diplomática que envió el canciller Luis Videgaray a Trump ni aparentemente con la presión de la opinión pública estadounidense.

Quien resulte ganador de la Presidencia en México deberá lidiar con ese problema, además de finalizar la negociación del Tratado de Libre Comercio, eso si antes el locuaz Trump no lo da por muerto.

¿Quién de los tres candidatos presidenciales serios tendría el conocimiento y las relaciones en el Congreso de Estados Unidos para negociar, si no la cancelación de la política “tolerancia cero’’, por lo menos que los niños no fueran separados de sus padres?

No resulta ociosa la pregunta.

Porque por más que nos indigne y duela, Estados Unidos tiene el derecho de aplicar las medidas que considere convenientes para frenar la migración ilegal.

Pero hay contrapesos: las organizaciones de derechos humanos internacionales y locales, los medios de comunicación y la gestión con los grupos parlamentarios.

No se trata de romper la relación con el vecino del Norte, sino de lograr una convivencia lo más civilizada posible.

¿A usted quién de los tres, Meade, López Obrador o Anaya le parece el más capacitado para esa difícil negociación?

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Dice Andrés Manuel López Obrador que aunque va “requetebién” y punteando las encuestas, sus seguidores no se deben confiar.

El tabasqueño presentó una encuesta realizada “por un grupo de gente honorable’’, que según el no está cuchareada, que lo pone por arriba de 50% de las preferencias electorales, muy lejos de Anaya y Meade.

Otras encuestas, sin embargo, difieren de la de Morena.

La más reciente, realizada por la empresa POP, le concede al tabasqueño una ventaja de tan sólo cinco puntos sobre Meade y de nueve sobre Anaya.

Cada quien le hará caso a la de su preferencia, pero, como comentamos ayer en este espacio, ni las plazas a reventar le dieron el triunfo a Gustavo Petro, candidato de la izquierda en Colombia, el domingo pasado.

Nomás es anotación al calce.

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Al paso que va, Ricardo Anaya tendrá que instalar una oficina alterna de campaña en la PGR.

El frentista ha dedicado buena parte de su campaña primero a defenderse de lo que llama una embestida del gobierno y ahora, en la segunda fase, a demandar a Meade, Felipe Calderón y los que resulten responsables por un fraude cometido en la reconversión de una planta de etileno.

Si usted pregunta a cualquier ciudadano cuál es la propuesta de gobierno que más recuerda del panista, seguro que le responderá que meter a la cárcel a Peña.

Y hasta ahí.