Foto: Cuartoscuro La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos ha aumentado la angustia entre quienes persiguen el llamado “sueño americano” y duplicado los precios cobrados por los traficantes de migrantes en su travesía  

Agotados, traumatizados, hambrientos, heridos y muchas veces sin dinero, así llegan diariamente más de un centenar de migrantes al refugio La 72, en Tenosique, Tabasco, fundado por el fraile Tomás González, uno de los aspirantes al Premio Aurora por trabajo humanitario.

 

También optan al Premio Aurora Sunitha Krishnan, psiquiatra que se dedica a la rehabilitación de víctimas de tráfico sexual y prostitución forzada en India, y U Kyaw Hla Aung, abogado y líder rohingya que lucha por los derechos de esa minoría discriminada en Myanmar.

 

El Premio Aurora es un reconocimiento internacional que se otorga en forma anual a personas u organizaciones que promueven las causas humanitarias. Se entrega en la ciudad de Ereván y fue establecido en representación de los sobrevivientes del genocidio armenio, cometido a principios del siglo XX.

 

González compara el viaje de los migrantes que acoge, la mayoría centroamericanos, aunque también hay brasileños y cada vez más venezolanos y africanos, al vía crucis de Jesús.

 

“Llegan luego de días sin comer, con los pies deshechos y la cabeza doliendo de caminar bajo un sol de 40 grados. Hemos visto casos de mutilaciones, secuestros, extorsiones, todo tipo de humillación”, describió el religioso. “Creo que esa gente sufre un vía crucis como sufrió Jesús. Cada golpe de parte de las autoridades migratorias, cada humillación que la sociedad mexicana xenofóbica les inocula es un clavo, es un golpe que dan a esa gente. No es una imagen. Están malditos”, afirmó.

 

Principal punto de entrada a México por la frontera con Guatemala, Tenosique es también lugar por donde transita el tren conocido como “la bestia”, un convoy de mercancía al que se suben ilegalmente los migrantes, poniendo en riesgo sus vidas. Con el objetivo de proporcionar algo de alivio a una parte de los casi 450 mil migrantes que ingresan cada año por la frontera sur de México, la parroquia de Yucatán envió al fraile franciscano a la ciudad tabasqueña, en 2010. Una decisión motivada por el hallazgo, en aquel año, de los cadáveres de 72 migrantes secuestrados y torturados por traficantes. El episodio, que inspiró el nombre del refugio La 72, “sacó a la luz la tragedia que estaba ocurriendo con los migrantes en México”, recordó González.

 

“La situación estaba muy complicada. Teníamos que hacer algo. Uno no puede ver a una persona sangrando en los pies, perseguida por los agentes de migración en México, mujeres con hijas violadas delante de sus parejas, mujeres transexuales que lo único que buscan es una vida digna”, afirmó.

 

En La 72, los migrantes tienen un lugar donde descansar, pero también reciben comida, asistencia médica y legal. Desde su creación, más de 50 mil personas pasaron por allí, en un promedio de 150 por día. González dedica especial atención a proteger el colectivo gay y transexual que, además de la violencia habitual contra los migrantes, son también vulnerables a la violencia de sus compañeros de ruta.

 

El fraile destacó la extrema violencia de la que huyen quienes han cruzado por su camino, muchos de ellos por segunda o tercera vez al repetir la operación luego de ser deportados de Estados Unidos.

 

“La situación en América Central está muy complicada. Hay gente que huye de persecución política, del tráfico, de discriminación sexual”, explicó González. “Hay también muchos niños que abandonan sus países sin compañía, algunos forzados por sus propias familias para buscar una vida mejor y para evitar que sean captados por las maras”, añadió.

 

La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos ha aumentado la angustia entre quienes persiguen el llamado “sueño americano” y duplicado los precios cobrados por los traficantes de migrantes en su travesía. Antes, cruzar los mil 200 kilómetros que separan la frontera sur y norte de México costaba entre cinco mil y seis mil dólares. Ahora puede llegar a 12 mil dólares, precisó el misionero, con base en los relatos de los propios migrantes.

 

“Hay cerca de 11 puestos de control de un lado al otro. El dinero se va en los retenes migratorios a lo largo de México, a los traficantes (de personas) y, la mayor parte, a quienes controlan la frontera norte, con Estados Unidos”, agregó. Esta situación muestra que “las autoridades de control de fronteras estadunidenses también son muy corruptas”, denunció el religioso.

 

Con esos precios, el tránsito de migrantes se ha convertido en una actividad más lucrativa que el tráfico de drogas para el crimen organizado mexicano. “Quienes no tienen dinero, les cargan con drogas para que hagan de mula hasta el otro lado de la frontera. También secuestran y piden rescate a las familias. Si no pueden pagar, los matan, así sin más”, alertó el franciscano.

 

González es consciente de que, con la ayuda que proporciona, quita ganancias a los traficantes, quienes se lo hacen saber con insistentes amenazas que le hacen llegar por correo electrónico, celular o incluso directamente. “Tengo miedo por mi familia. Mis padres y cinco hermanos. Pero uno piensa: a mí me amenazan, pero afuera están matando a los inmigrantes”, sostuvo.

 

“Quienes recurren a las armas, quienes diseñan estrategias y políticas migratorias que condenan a la muerte a gente inocente que todo lo que quiere es cruzar un país para encontrar un mejor trabajo y vivir con dignidad, eso es una maldición”, concluyó.