FOTO: EFE Cambia su historia. De no ser por su acto heroico para salvar a un niño, a este joven maliense, Mamoudou Gassama, lo esperaba la expulsión; no podía ni pedir asilo, pues en Mali no hay guerra. En cambio, recibió reconocimiento y la ciudadanía.  

Milagro. Mamoudou Gassama le dio la vuelta a las leyes y libró su expulsión

El video del Hombre Araña de Mali, Mamoudou Gassama, escalando a una velocidad de vértigo la fachada de un edificio para rescatar a un niño de 4 años colgado de un balcón en el quinto piso fue visto y aplaudido por millones de personas en el mundo entero.

Dejó atónita a media humanidad, más que la destreza (necesitó solo 30 segundos para trepar cuatro pisos), la determinación del joven Spider-Man de 22 años, un migrante sin papeles que no dudó en jugarse la vida para salvar la de un pequeño indefenso.

El menor se encontraba solo en la vivienda, ya que su progenitor había salido de compras y cuando ocurrieron los hechos, ya fuera de la tienda, estaba muy entretenido jugando Pokemon Go.

En cuestión de horas este chico africano se convirtió en el nuevo héroe de Francia, esta Francia que voltea para otro lado cuando pisan su territorio nuevas oleadas de extranjeros indocumentados, y la que prepara una nueva ley de migración -”deshumanizante”, según sus detractores- ésta facilitará deportaciones sin olvidar sancionar a los que brinden ayuda a los migrantes durante su estancia irregular en el país.

Seamos realistas, sin su extraordinaria hazaña, inmortalizada por los smartphones de los vecinos, Mamoudou Gassama tendría que enfrentarse a la expulsión.

Como cientos de miles de sus africanos, Gassama atravesó valles montañas, lagos, desiertos y mares en un periplo salpicado de peligros para alcanzar la soñada Europa desde su tierra natal, todo para tratar de saborear una vida más vivible.

El espectacular rescate del niño tuvo lugar el pasado sábado, poco antes de la final de Champions League 2018, que acaparó la atención del planeta entero, y por supuesto del héroe maliense que justo estaba buscando el mejor sitio para ver al lado de su novia el partido Real-Liverpool en el edificio que luego le tocaría escalar. Transcurrió el fin de semana.

El lunes a las 10 horas de la mañana Mamoudou entraba por la puerta grande al epicentro del poder en el país galo, el Palacio del Elí- seo. Ahí lo esperaba ni más ni menos que el presidente de la República, Emmanuel Macron, maravillado por el gesto extraordinario del africano.

“No titubeé. Vi al niño en esa situación y no pensé en nada, solo en que había que salvarlo y, gracias a Dios lo salvé”- le contó al mandatario el maliense con una voz tímida entre las paredes doradas del majestuoso recinto.

“!Bravo!”- lanzó el mandatario. Instantes después el jefe de Estado le entregó a Gassama una condecoración por su valentía, además de la promesa de que le ayudaría a regularizar su situación en el país. El ofrecimiento se cumplió con creces.

La Presidencia de Francia ya confirmó que el chico tendrá la nacionalidad francesa y formará parte del muy prestigiado Cuerpo de Bomberos de París. Escasas 38 horas tardó Emmanuel Macron en felicitarlo personalmente.

A la interminable letanía de alabanzas de los ciudadanos de a pie se sumó -hecho fuera de lo común- toda la clase política, incluida la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, que dijo sentirse feliz por la futura naturalización del protagonista de esta historia.

Una gesta de este calibre no podía quedar sin una recompensa de peso. Los únicos escépticos son hoy los militantes de las ONG’s dedicadas a los derechos de los migrantes.

Aprovechan el ruido mediático en torno al joven maliense para denunciar “el cinismo” del Gobierno que, a modo de ver de la Asociación GISTI, trata de lavar su conciencia con gestos aislados para humanizar a los sin papeles, lo que tanto contrasta con la excesiva severidad cotidiana con los indocumentados.

Detrás de un héroe hay cientos de miles de migrantes que sufren en silencio durmiendo en las calles en condiciones infrahumanas, soportando miradas de desprecio, con la expulsión que pesa sobre ellos como la espada de Damocles.

100 migrantes sin papeles entran a París, todos los días, en promedio. En Francia hay más de 300 mil migrantes indocumentados, según el Ministro del Interior. Cerca de 30 mil expulsiones se realizan al año. Si Macron fuera ciudadano de a pie, lo acusarían del llamado “delito de solidaridad”, que prevé multas de 40 mil dólares y 5 años de cárcel para los que ayuden a indocumentados.

 

 

JNO