Por donde quiera que volteemos, vemos un aumento más que insolente de las desigualdades, en primer lugar en Asia -a pesar de su vertiginoso crecimiento de los últimos años-, pero también en EU y sobre todo en Europa, que tanto se jacta de privilegiar el equilibrio social. Dirán los expertos que es por efecto de la deslocalizacion productiva, la dinámica globalizadora, la liberalización del mercado de capitales y hasta del movimiento migratorio hacia los países cada vez más envejecidos demográficamente.

El informe de Oxfam más reciente sobre el tema, presentado a la “crème de la crème” de la élite política y económica mundial que cada año se reúne en Davos, Suiza, estremeció a los más inconmovibles. Resulta que 82% de la riqueza mundial generada el año pasado quedó en manos del 1% más acaudalado de la población. La mitad de la humanidad no recibió ninguna mejora en las finanzas, y el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares asciende ya a… 2.208, un récord histórico. Los ocho más ricos del planeta tienen más dinero que el 50% más pobre del planeta.

¿Obsceno, alarmante, destructivo? Sin duda. ¿Qué se puede hacer? De momento analizar los consejos del célebre economista francés Thomas Piketty, autor del best seller El capital del siglo XXI. Señalado por sus detractores como ordinario marxista trasnochado, Piketty aconseja premiar el trabajo, no la riqueza. En teoría todos lo saben… faltan las instrucciones para el uso.

Curiosamente, el mencionado experto de moda fue asesor del ya casi difunto Partido Socialista francés. Le susurró al ex presidente François Hollande que sería una excelente idea instaurar el impuesto de 75% a los ingresos de sus conciudadanos con dinero. La medida fue adoptada e hizo huir del país a más de 15 mil grandes fortunas galas.

En la era Macron apareció otra paradoja: es en Francia, la patria de la igualdad y el igualitarismo, donde más ha crecido el caudal de los milmillonarios a nivel mundial en lo que llevamos de este 2018. Los 13 más adinerados vieron crecer sus beneficios en 12.2%, el doble del ascenso del patrimonio de los superricos japoneses.

Reinan por supuesto los gigantes del gran lujo francés, devorado por los insaciables emergentes asiáticos. El dueño del grupo LVMH, Bernard Arnault, el hombre más acaudalado de Europa, impulsó su fortuna en 27 millones de dólares, hasta 77 mil millones de billetes verdes. Le pisa los talones otro “emperador” de artículos de lujo, François-Henri Pinault (por cierto, esposo de la flamante Salma Hayek) con una fortuna de más de 36 mil millones de dólares.